Ánfora y camiseta
Don Felipe se reunió ayer durante su visita a la provincia de Huelva con los deportistas andaluces y con los pescadores. Con los atletas, el Príncipe pronunció uno de sus discursos más largos (igual que una carrera de fondo) y como demostración de que se encontraba a gusto aceptó posar entre gamba y langostino con todos cuantos corredores, nadadores, lanzadores y demás individuos agraciados con alguna destreza física manifestaron el antojo ante el espigado hijo del Rey.
El panorama de la pesca no era tan halagüeño pero, como ha quedado demostrado a lo largo del viaje oficial, la realidad es de humor variable y hasta inconsecuente.
Prueba de tal polivalencia son los regalos que el Príncipe ha recibido en cada una de los trancos de su estancia en la comunidad. Además de los usuales grabados, estampas e inscripciones conmemorativas, don Felipe se lleva para La Zarzuela desde un olivo (lo juro por ésta) hasta el compromiso de los ebanistas de Lucena de fabricar cuantos muebles necesite una vez que se independice y abra casa propia.
Piensa este cronista que con el aluvión de regalos que recibe un príncipe se podría no sólo abrir un mercadillo de primera mano sino inaugurar un museo de objetos insólitos y heteróclitos.
El alcalde de Huelva, Pedro Rodríguez (PP), quiso con su regalo en cierto modo lavar su sentimiento culpa. Dijo Rodríguez que el 'hito urbanístico' de su mandato ha sido la construcción del nuevo estadio de fútbol por el que está bajo sospecha judicial. Y a continuación extrajo una ánfora tartésica y una camiseta del equipo de fútbol de la ciudad, el Recreativo de Huelva, y se la entregó al Príncipe de Asturias.
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