El triunfo del jaramago inglés
El Instituto Cervantes se lleva a Gran Bretaña a un trío cordobés de fusión
Tarde española en Manchester (Inglaterra). Resumen del programa: a las 17.30, una charla sobre las tapas y las nueva cocina. A las 18.30 harán su aparición las tapas propiamente dichas, al módico precio de cuatro libras esterlinas (6,5 euros) por cabeza. Conviene hacer una reserva, que si no vuelan. A las 19.30, el acto estrella: un concierto de Jaramago, una banda cordobesa de fusión que mezcla apasionadamente flamenco, jazz y música clásica, y que llega a Gran Bretaña en representación de la cultura española, junto con una larga lista de ciclos de cine, catas de vino, conferencias literarias, exposiciones y talleres de todo tipo.
Los componentes de Jaramago están muy contentos, claro. Son Ángel Molina (guitarra), Rosa Villalón (guitarra flamenca) y Rafael Giovanetti (percusión étnica). Llevan el nombre de las hierbas que nacen solas, sin que nadie las quiera; un nombre humilde y asilvestrado que en los últimos cinco años se ha estampado en muchísimos carteles de ciclos, ferias, festivales, conciertos... Pero esa no es su manera de ganarse la vida. 'Para mí la música no es un trabajo', dice Ángel convencido, ''ni quiero que lo sea'.
Ya tienen las maletas prácticamente hechas. Entre los tres cargan con 35 instrumentos musicales, que se dice pronto. Rosa lleva uno, Ángel otro, Rafael los 33 restantes. 'La percusión es así', dice con filosofía. ¿Pero cómo sucede esto? ¿Cómo salta una banda de músicos de Córdoba a Inglaterra a través, nada menos, que del Instituto Cervantes?
Buena parte de la culpa la tiene Rosa, que lleva un tiempo sirviendo de intérprete a un grupo de estudiantes e investigadores de Manchester que viene cada año a Córdoba. El coordinador de estas visitas científicas, Rob Birley, fue una noche a un concierto de Jaramago, y le gustó mucho, y rogó que le enviasen un disco cuando lo tuviesen grabado. Ellos, muy cumplidores, cuando acabaron su primera maqueta (con la ayuda de su amigo Miguel Ángel Ortega, en los Estudios Naqqara), la mandaron para allá. Y Birley, entusiasmado, se dedicó a poner la música de Jaramago en muchos de los pubs que visitaba, con el resultado de que la demanda de copias se multiplicó prodigiosamente.
Uno de los discos, no se sabe si pirateado o no, llegó a manos (y oídos) del responsable de la programación cultural de Instituto Cervantes de Manchester. Que procedió a llamar por teléfono a Córdoba y a contratar a la banda sin más.
Así se fraguó su desembarco en Inglaterra, donde, además de tocar, van a ofrecer conciertos didácticos, una especie de talleres en los que mostrarán a los interesados cómo se hace para entrecruzar las bases rítmicas flamencas con colores propios del blues, de la música celta o clásica, y conseguir que el resultado tenga unidad y vida propia y alegría.
Todo cabe en una bulería
Para Jaramago, la música no es un negocio. No hacen esfuerzos sobrehumanos por darse a conocer, ni por vender más y más discos, ni por salir en la tele. Pero este viaje a Inglaterra significará un cambio enorme para ellos. 'La historia ha crecido muchísimo', señala Ángel Molina con una mezcla de susto y sentido del humor. 'Primero eran los conciertos, luego también los talleres didácticos, y ahora se está hablando de grabar un disco en directo, de hacer un vídeo y de crear una página web. Va a haber un montón de gente allí volcada en promocionarnos; da un poco de miedo'. Ángel cuenta cuál es el proceso de creación de la música de Jaramago. 'Nos inspiran viajes, personas, paisajes, experiencias que tenemos. Esa base la apoyamos sobre ritmos que tienen que ver con el flamenco, un flamenco no demasiado purista, más bien abierto, que nos permite incorporar otras muchas cosas'. Todo empezó con unas cuantas composiciones suyas. 'Vi que con Rosa podía dar a estos temas un aire más fresco', explica, 'y entonces cogieron un aspecto muy nuestro, muy de lo que tenemos metido en el cuerpo desde chicos; no nos cuesta trabajo meter cualquier cosa en una bulería', sonríe. Ahora que todo el mérito no es suyo. 'Desde que yo los concibo hasta que quedan arreglados por los tres llevan muchos cambios', dice, y resume: 'Rosa opina y Rafa culmina'. Rosa se rebela. 'Algunas cosas sí parten de mí', reivindica, y le recuerda dos o tres temas de su propiedad. 'Yo soy el que coloreo', se conforma Rafael, pacífico. Se reúnen una vez en semana y ensayan. 'Los ensayos que más nos gustan son los conciertos afectivos', asegura Rafa, 'ésos en los que podemos tocar relajados, sin presiones, en un entorno cómodo y con un buen equipo'. Rosa y Rafa ya han estado en Inglaterra, y coinciden en que les gustó 'para verla, pero no para vivir'. Para Ángel será la primera vez. Los compañeros ya le han hablado de las dificultades que plantea la comida británica (problemas que, con un poco de suerte, podrán paliarse a fuerza de tapas de nueva cocina en el Instituto Cervantes) y le han enseñado el inglés necesario para decir 'una cerveza, por favor', de modo que se desenvuelva fácilmente en los pubs. ¿Qué más se puede pedir?
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