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Europa por la paz en Palestina

En los últimos días se han producido importantes manifestaciones de solidaridad con el pueblo palestino en toda Europa y en el mundo árabe. En todas estas manifestaciones se ha exigido el fin de la intervención militar israelí en Cisjordania y una solución justa para la cuestión palestina.

La movilización ciudadana contrasta con la pasividad y la impotencia que la comunidad internacional en su conjunto y, especialmente, la Unión Europea, con el Gobierno español al frente, están mostrando en Oriente Próximo. La política exterior europea se mueve en el terreno de las grandes palabras, las buenas intenciones y las recriminaciones a Sharon; pero carece de coherencia y de la fuerza de los hechos concretos. En estas condiciones los buenos oficios de la Unión Europea ante el Gobierno israelí no tienen ni eficacia ni credibilidad, hasta el punto de que Sharon se permite despreciar y humillar a los enviados de la UE.

La movilización ciudadana contrasta con la pasividad y la impotencia, en especial de la Unión Europea

El Ejecutivo israelí practica el terrorismo de Estado con total impunidad, una desigual guerra contra un pueblo sin ejército ni posibilidad alguna de defenderse, ni de que le defiendan. El ejército israelí ha ocupado por la fuerza de las armas ciudades palestinas; ha destruido viviendas; ha cometido asesinatos -selectivos o no- con total impunidad; ha practicado detenciones masivas, ejecuciones sumarias y torturas; ha destruido las infraestructuras de la Administración palestina y tiene sitiado a Yasir Arafat en Ramala, sin posibilidad de movimiento.

¿Qué más tiene que suceder para que la comunidad internacional actúe poniendo fin a la espiral de violencia? Ante esta situación, la política norteamericana sólo puede calificarse de irresponsable y la política de la UE de frustrante. Una y otra vez Josep Piqué y José María Aznar han expresado su apoyo al Gobierno de Estados Unidos, claramente condescendiente con Sharon. Es cierto que Bush ha pedido a Sharon que retire sus tropas del territorio palestino, pero demasiado tarde y para, acto seguido, justificar la actuación israelí basándose en su derecho a defenderse del terrorismo y acusando a Arafat de connivencia con los terroristas.

El 11 de septiembre supone una radicalización de la política norteamericana. La militarización de la lucha contra el terrorismo, la falta de desarrollo de un marco jurídico internacional y la inexistencia de una política que afronte los problemas estructurales de los que se alimenta la violencia han tenido efectos desastrosos: han ofrecido a Sharon una excelente coartada, han inhibido al Gobierno norteamericano, que comparte el mismo objetivo de destrucción total de los terroristas que Sharon, y han paralizado la política europea supeditándola aún más a la norteamericana. Como viene siendo habitual, Estados Unidos actúa de forma unilateral, sin ningún tipo de acuerdo o coordinación con la Unión Europea y Rusia, más allá de algunos formalismos.

Sharon es una amenaza para la paz y la seguridad internacional y del propio Israel. Es necesario condenar y combatir el terrorismo, sin duda, pero con la legitimidad y la autoridad de haber puesto freno al Gobierno israelí, cuya política genera fundamentalismo y violencia, y promover una solución justa a la cuestión palestina.

Una vez más se pone de manifiesto la falta de una verdadera política exterior y seguridad europea autónoma de EE UU. Europa tiene que decidir su propia política en Oriente Próximo, rechazando una posible intervención en Irak y con una actitud coherente y firme ante el Ejecutivo israelí.

Pero, ¿qué puede hacer Europa y en concreto la presidencia española? Desde luego, muchas más cosas de las que se han hecho. En primer lugar, hablar claro al Gobierno israelí y a los ciudadanos de la Unión condenando a Israel, exigiendo el fin de la intervención militar y el cumplimiento de las numerosas resoluciones internacionales, las más recientes promovidas y apoyadas incluso por Estados Unidos, sobre el reconocimiento de un Estado palestino.

La UE debe ejercer una presión política más intensa llamando a consultas a los embajadores europeos, suspendiendo el acuerdo de asociación comercial de la UE con Israel y exigiendo compensaciones económicas por las infraestructuras palestinas destruidas, financiadas en buena parte por la UE. La medida más urgente e inmediata es anular la venta de armas a Israel. España ha vendido a este país armamento por valor de 14 millones de euros (2.329 millones de pesetas) en los últimos cinco años.

La comunidad internacional debe enviar una fuerza de interposición con mandato de Naciones Unidas y promover sanciones internacionales contra el Gobierno israelí por vulnerar el derecho internacional y los derechos humanos. El Estado de Israel no se merece, desde luego, mejor trato del que tuvo Suráfrica durante el período del apartheid.

El plan de paz aprobado en Oslo fue dinamitado por el propio Sharon en la visita a las mezquitas que inició la segunda intifada y con su voluntad declarada de destruir la Autoridad Palestina. Ahora, es necesario impulsar una solución justa y definitiva. Las recientes propuestas de Arabia Saudí, basadas en el reconocimiento del Estado de Israel por los países árabes a cambio del establecimiento del Estado palestino con las fronteras de 1967, van en la línea adecuada. Sólo un Estado palestino viable con capital en Jerusalén Este, y no una suma de bantustanes inconexos, plagados de asentamientos e infraestructuras viarias controladas por Israel, como quiere Sharon, puede poner fin a tanto sufrimiento y garantizar la paz y la seguridad del propio Israel. Para eso hace falta voluntad política.

Joan Saura. Diputado al Congreso y presidente de ICV.

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