Bobadas
Ya sé que no está de moda hablar del machismo y que vivimos como si el feminismo fuera una extravagancia de tiempos pretéritos, la manía obsoleta de unas cuantas locas. Es verdad que la situación ha mejorado mucho en Occidente y que, en el brevísimo lapso de un siglo, hombres y mujeres hemos conseguido cambiar costumbres milenarias. Pero siguen existiendo unos prejuicios ramplones que, de puro desconectados con la realidad, resultan grotescos. Por ejemplo, una cosa que me saca de mis casillas es el distinto rasero con el que algunos juzgan las parejas de edad desigual, dependiendo del reparto de sexos. Hablando del rumor de que Sara Montiel, de 74 años, se había casado con su novio cubano, de 38, El Mundo decía lo siguiente: 'Es admirable la vitalidad de esta mujer, aunque quizá no ha calibrado la dificultad que implica la diferencia de edad'. Imaginen que algún medio se hubiera atrevido a hacer este comentario sobre Cela y Marina Castaño, sobre Borges y María Kodama, sobre Anthony Quinn y su mujer... Impensable, ¿verdad?
Y no es sólo el tema de los años: en la última página del diario Sur, un escritor publicó un meritorio artículo pidiendo firmas para salvar a Safiya de la lapidación. Lo cual está muy bien, pero el caso es que en el texto decía: 'Hay que reconocer que Safiya es más fea que pegarle a un padre paralítico. El que se acostó con ella tenía un par, pero eso no hace al caso...'.
Por último, y no porque no haya montones de burradas parecidas todos los días, sino porque el espacio se me acaba, quería recordar cómo ha tratado la prensa a la etarra Idoia López Riaño, La Tigresa. Y no lo digo por defender a Idoia, que me parece una persona abominable, sino por defender la dignidad de todas las mujeres y por consiguiente también la de los hombres, porque no hay indignidad social que no nos manche a todos. Y es que los medios se fascinaron hablando de la voracidad uterina de Idoia, y de cómo hacía el amor a diestro y siniestro ('como si tuviera conectado el gatillo con el clítoris', dijo El Mundo), con un regodeo febril que resultaba chocante y que no he visto aplicado a ningún etarra varón, aunque seguro que habrá alguno rijoso. ¿O no?
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