_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Fin de trayecto

No hay sistema político democrático, por muy bien diseñado que esté normativamente, que pueda impedir que personajes como José María Ruiz Mateos o Jesús Gil jueguen en algún momento un papel. La utilización ventajista de las reglas de juego de la democracia es una característica común a todos los partidos o agrupaciones electorales antisistema. Es lo que viene haciendo Batasuna de manera coherente y continuada desde su constitución como brazo político de ETA. Y es lo que, de manera más o menos pintoresca, hizo en un primer momento Ruiz Mateos y, de manera más 'profesional' ha venido haciendo durante la última década Jesús Gil.

No hay manera de impedir, repito, que esto ocurra. Cualquier remedio que se intente, acaba siendo peor que la enfermedad. El coste que supone para el sistema político democrático alterar sus reglas de juego, con la finalidad de impedir que puedan existir partidos antisistema o personajes como los mencionados, es muy superior al beneficio que de tal alteración pueda derivarse. Es mucho mejor mantener las reglas de juego tal como están, que es como además deben estar, y ser pacientes, porque la democracia tiene la enorme ventaja sobre todos los demás sistemas políticos conocidos de que acaba poniendo a cada uno en su lugar. Con unos ritmos que a veces se nos antojan y que a veces son realmente demasiados pausados, pero acaba poniendo a todo el mundo en su lugar. Lo está haciendo ya con Batasuna y lo hará más en el futuro, si no se cometen errores. Y lo ha hecho ya con Ruiz Mateos primero y con Jesús Gil, después.

El problema, por tanto, ya no es Jesús Gil. El problema va a ser ahora el despertar de Marbella del sueño de Jesús Gil. Me temo que el aprendizaje va a ser duro y largo

No creo que pueda hacerse una interpretación negativa de todos estos episodios de estrategias políticas antisistema, sino todo lo contrario. Si para algo han servido todos estos episodios, es para poner de manifiesto que la democracia española está bien constituida y está operando de manera razonablemente satisfactoria. Los episodios antidemocráticos, una vez fracasado el golpe del 23-F, han sido eso, puros episodios, que en ningún momento han tenido consistencia suficiente como para poner en cuestión la organización política de nuestra convivencia.

Es claro que hubiera sido mejor que dichos episodios no se hubieran siquiera producido y que no es nada edificante haber visto a Ruiz Mateos de parlamentario en las primeras elecciones europeas celebradas en España en 1989 y a Jesús Gil de alcalde de Marbella durante once largos años. Pero, en términos comparados, no puede decirse que estos episodios puedan ser considerados como muy graves. La presencia de Le Pen en el sistema político francés ha tenido una dimensión muy superior que la de Ruiz Mateos o Jesús Gil, por no decir nada de la elección de Silvio Berlusconi como presidente del Gobierno en Italia. Silvio Berlusconi no es un personaje menos siniestro que Jesús Gil, sino posiblemente mucho más. Es más que probable que en un sistema político que no hubiera atravesado una crisis tan generalizada, como la del italiano que tuvo su origen en la Constitución de 1947, Silvio Berlusconi ya se habría topado de manera inhabilitante con la acción de la justicia. Y sin embargo, no sólo no ha sido así, sino que incluso se ha aprovechado de esa crisis para hacerse con el poder primero y para hacer uso del mismo después para evitar en el futuro tener problemas con la justicia. Lo que han sido anécdotas en el desarrollo del sistema político español, se ha convertido en categoría en el italiano.

Creo que no deberíamos perder de vista esta perspectiva. La complacencia no es nunca buena. Pero la baja autoestima puede ser todavía peor. Que un personaje como Jesús Gil haya tenido el protagonismo que ha tenido en la vida política española, no es algo de lo que haya que alegrarse. Pero la capacidad que ha tenido la democracia española para evitar el contagio y para acabar poniendo fin a dicho protagonismo, sí es motivo de satisfacción. No cabe duda de que, para llegar a donde ha llegado, Jesús Gil ha tenido que tener complicidades en muchos sectores, incluido el propio poder judicial. De no haber sido así, no habría permanecido tanto tiempo en la alcaldía de Marbella. Pero al final el sistema político primero y los tribunales de justicia después lo han puesto en su sitio.Y todavía quedan un buen número de procesos pendientes, a través de los cuales acabará quedando completamente desacreditada la imagen del ex alcalde de Marbella.

La trayectoria política de Jesús Gil ha llegado a su fin. Y ha llegado bien. Jesús Gil va a pasar a la historia de la democracia española en general y de la democracia municipal en particular, como un personaje siniestro. Esa es la imagen que va a quedar de él y, en consecuencia, su proyección futura va a ser prácticamente nula. Sus baladronadas posteriores al conocimiento de la decisión del Tribunal Supremo son eso, baladronadas sin la menor importancia.

El problema, por tanto, ya no es Jesús Gil. El problema va a ser ahora el despertar de Marbella del sueño de Jesús Gil. En los próximos meses es cuando los ciudadanos de Marbella van a comprobar fehacientemente los destrozos que ha provocado en el municipio la gestión depredadora de Jesús Gil y el coste que va a tener para ellos levantar las hipotecas que dicha gestión ha dejado. Me temo que el aprendizaje va a ser duro y largo. Los errores siempre se acaban pagando. No se puede elegir impunemente a un alcalde como Jesús Gil. Esta es también una lección que tiene que extraerse de la ominosa década marbellí.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_