'Nunca más voy a consumir'
Sandra (nombre ficticio) tiene 17 años. Esta semana termina el programa Encontre. Entró en Proyecto Hombre en mayo de 2000. Ella recuerda perfectamente el día: 'Entré un 8 de mayo'. Su experiencia con las drogas comenzó a los 13 años. 'Empecé fumando hachís; luego ya pasé a las anfetaminas', cuenta Sandra, una chica guapa y menuda que conoció muy jovencita, como la mayoría de sus compañeros, el mundo de la drogadicción: 'Lo pasé muy mal. Pero ha valido la pena hacer el programa. No voy a consumir más en mi vida'. Sandra ha contado con el respaldo de sus padres, que incluso se trasladaron a vivir a otra población para que su hija se alejara de su antiguo círculo de amistades. El resto ha sido voluntad, una férrea voluntad, y cumplir los ciclos previstos por el centro.
La terapia consta de actividades educativas, talleres de autoestima, reuniones en grupo y mucho diálogo, todo ello en un 'ambiente de confianza' creado por los monitores y el personal terapéutico. Además, el trabajo con los familiares y de éstos con los chavales es fundamental. 'Aquí somos como una familia', dice Rocío, de 18 años, que lleva siete meses en el centro. Llegó a Proyecto Hombre harta de fumar porros, tomar anfetaminas y esnifar cocaína. 'Me junté con gentuza y acabé así', cuenta. Lo más duro para ella, dice, ha sido romper con su pandilla de amigos: 'Muchos de ellos siguen consumiendo. Aunque a raíz de lo que me pasó a mí mis amigas han dejado la cocaína y sólo fuman porros. Cuando estoy con ellas tienen el gesto de no fumar. Tampoco hablamos de drogas'. Rocío, que empezó a drogarse a los 13 años, llegó a gastarse más de casi 70.000 pesetas en un fin de semana. El dinero se lo robaba a su madre. 'En Proyecto Hombre entendí que tenía un problema', asegura Rocío.
Manuel, de 22 años, supo antes de entrar en el centro que tenía un problema. Él mismo se dio cuenta de que el asunto se le había ido de las manos. A los 11 años ya fumaba hachís. 'Luego llegó todo: éxtasis, cocaína...'. Lleva 14 meses en Proyecto Hombre. Trabaja de obrero con su padre mientras cumple el programa. 'Yo mismo le dije a mi novia que tenía problemas con la droga', cuenta Manuel, para quien lo más duro de dejar las drogas es el 'pensamiento', la maldita lucecita que se enciende cada cierto tiempo; la lucecita que recuerda la fiesta, la droga, que llega el fin de semana. 'El pensamiento siempre está ahí', asegura Manuel.
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