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Columna
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Un éxito local

Juan José Millás

Vicente Holgado se hizo escritor de un día para otro.Había leído con pasión la novela de Pierre Clausaut Los objetos me llaman y al cerrarla decidió que sería novelista. No es raro que le cautivara este libro del escritor francés, que cuenta la historia de un cleptómano en el París de entreguerras. El personaje de Clausaut (ahora dudo si se escribe con una o con dos eses) vive fascinado desde pequeño por los objetos. Hijo de un abogado cuyo despacho está lleno de libros y pequeños fetiches, el joven Pierre (nótese que se llama igual que el autor) se pasa las horas muertas tocando y observando las cazoletas de las pipas de fumar que su padre ha ido amontonando en un recipiente de mimbre que se encuentra sobre su mesa. Las hay lisas y esculpidas, y estrechas u holgadas, y cada una está hecha de un material distinto: hueso, caña, madera, coral... Algunas representan la cabeza de un animal o de un hombre. Abundan también los rostros de mujeres cuyas melenas se estiran casi hasta el centro del artilugio.

Más tarde, el adolescente Pierre acaricia los tinteros que adornan la mesa del despacho, aunque lo que más le gusta es la colección de plumas de su padre. Pasa las horas muertas abriéndolas y cerrándolas, fascinado por el brillo de aquellos plumines de oro, de iridio, de plata, de platino. En esta etapa comienzan sus primeros hurtos, pues desenrosca los plumines del cuerpo de las estilográficas a las que deja vacías en el interior de las vitrinas desde las que se exhiben. El padre de Pierre, que se limita a contemplar su colección sin abrir jamás nunca estas estilográficas, no advertirá el robo hasta pasados muchos años.

No era difícil, en fin, que Vicente Holgado se identificara con el personaje de Clausaut, pues sin llegar a ser un cleptómano extremadamente patológico, tenía su piso lleno de pequeños objetos procedentes de hurtos llevados a cabo en las casas de sus amigos, así como en restaurantes y hoteles. Durante algún tiempo, cuando era adolescente y los sistemas de seguridad de los grandes almacenes no eran tan sofisticados como los actuales, fue un ladrón habitual de prendedores de corbata y mecheros. Estuvo fichado durante mucho tiempo en las oficinas de Galerías Preciados de Callao, donde hoy se encuentra la FNAC.

Leyó la novela de Clausaut, pues, como si leyera su propia biografía y al cerrarla, decíamos, decidió robarle la idea de hacerse novelista. Por lo general, la cleptomanía no suele darse en estado puro (eso es lo que dicen al menos los expertos), sino que aparece asociada a otras patologías. No es raro que el cleptómano sea, por ejemplo, un mitómano también. Vicente Holgado lo era. Mentía como mienten esta clase de enfermos: sin objetivo alguno. Es erróneo pensar que el mentiroso siempre trata de obtener un provecho de sus falsedades. No, la mayoría miente por una especie de tropismo que no tiene más explicación que la que a la planta le hace tomar la dirección a la luz. Así, cuando Vicente Holgado iba al cine, aseguraba que había ido al teatro, y al revés. Construía con las palabras una realidad alternativa a la real. En cierto modo, era como si viviera dos vidas, puesto que en una misma tarde conseguía ver para sí mismo una película y, para los otros, una obra de teatro.

Lo curioso es el modo en que se hizo escritor después de haber leído Los objetos me llaman. Se hizo escritor sin hacerse escritor, es decir, sin escribir jamás una línea. Pero lo más asombroso es que abría el periódico cada día por las páginas de Cultura para ver si había publicado algo.

-Déjame ver si he publicado algo -me dijo un día muy serio, arrancándome de las manos el periódico-.

Yo sabía que no escribía, pese a ser escritor, pero no me atrevía a decirle que era imposible que hablaran en la prensa de algo que no había escrito. He de confesar, por otra parte, que me fascinaba también aquella fantasía suya. Quizá llegué a pensar en la posibilidad real de que los críticos se ocuparan de una novela no escrita. Pasado un tiempo, yo mismo le preguntaba a veces si habían dicho por televisión algo sobre su última novela, a lo que solía responder con evasivas como que no veía la tele. Un día le telefoneé y le felicité seriamente por el éxito de su último libro.

-Ah, sí -me dijo-, creo que está funcionando muy bien. ¿Quién lo ha publicado?

Le dije una editorial cualquiera y se quedó tan tranquilo. La última vez que fui a verle tenía la casa llena de periódicos extranjeros. El éxito español le parecía demasiado local y vivía pendiente de su triunfo en otros países.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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