Teatro en la Pasión valenciana
Las representaciones religiosas conforman el origen de las primeras obras teatrales del Medievo
A un predicador de campanillas se le encomendaba el Viernes Santo el sermó de la galtada, nombre popular que recibía el Sermón de las Siete Palabras, ya que el cura, al relatar el bofetón que dio a Jesús el soldado Malco se abofeteaba a sí mismo, imitándole los fieles. Era el preludio al Desclavament o Davallament: dos sacerdotes, revestidos, representando a José de Arimatea y a Nicodemo, solemnemente y con gran realismo, liberan las manos y los pies del crucificado de los clavos, le quitan la corona de espinas y presentan el cuerpo a la Dolorosa; la escultura es articulada y se deposita en el sepulcro para la procesión del Soterrar. En Sagunto la tarde del Viernes Santo se celebra el sermó y el desclavament; en Manises también se escenificará como en Algar de Palancia y en Oliva, donde está documentado desde 1657.
Son las perlas que se han salvado de un largo rosario de descendimientos que recorría el País Valenciano. Una ceremonia, de la que se conservan seis textos en catalán de los siglos XV y XVIII, que subsiste en la hermana ciudad sarda de l'Alguer, en la seo de Mallorca, en Pollensa, que se integró en las Pasiones de Cervera -basada en Lo Passi en Cobles del valenciano de Penàguila Bernat Fenollar, el promotor del primer libro impreso-, Vic y Ulldecona y que fue tema iconográfico desde el siglo X, alcanzando en el siglo XII maestría y complejidad en los grupos escultóricos románicos de la Vall de Boí.
Son las joyas del origen y primeros pasos del teatro medieval, llegadas a tierras valencianas con los repobladores del XIII. Una dramaturgia tímida, todavía muy vinculada a la liturgia, pero que con el tiempo, se independizaría y crearía dramas como la Passió de la catedral de Valencia o la pieza De tribus Mariis de Vic y Girona, inspirados en el tropo pascual Quem queritis in sepulcro, christicoles reelaborado en Gandia, con el concurso de san Francesc de Borja, en el tardío siglo XVI como Visitatio Sepulcri; sus dos jornadas, la muerte y la resurrección de Jesús, se ponen en escena viernes y sábado, tras su restauración reciente; después de representarse 315 años en el gandiense y borgiano monasterio de Santa Clara, lo suprimió el cardenal Barrio en 1865.
Los desclavaments y su simplicidad son el testimonio de una tensión entre el drama y la liturgia, de la cual viene a ser una explicación, como el Lavatorio del Jueves Santo, una amplificación, una glosa de profundidades y arcanos del dogma y la historia sagrada, pero ya con gestos, movimientos, diálogos, ya con el embrión del imponente teatro religioso medieval.
Sin embargo, éstas no son las únicas manifestaciones religiosas que tendrán lugar en el País Valenciando, que se adaptan a las nuevas realidades sociales. En la prisión valenciana de Picassent, los reclusos acompañados de los miembros de la Cofradía de Jesús Atado en la Columna de la Semana Santa Marinera de Valencia, participaron el Jueves Santo en una procesión, promovida por los propios internos, que recorrió las instalaciones del centro penitenciario. Este es el tercer año que se desarrolla la procesión por el interior del recinto penitenciario, que este año estuvo presidida por el obispo emérito de Valencia, Rafael Sanus. La celebración religiosa de los presos tiene también un momento emotivo en la representación del vía crucis en Viernes Santo por los diferentes módulos de la cárcel.
La Semana Santa Marinera de Valencia, que colabora en la manifestación religiosa de los reclusos, enraíza sus orígenes en el siglo XV cuando se crea la Concordia dels Disciplinants, de la que fue prior san Vicent Ferrer, pero no es hasta el siglo XVIII cuando se cuenta con documentación sobre la creación de las dos primeras cofradías.
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