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Columna
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La procesión va por dentro

Ante la mirada atónita de nuevos ilustrados, laicos incorregibles y otras especies a proteger, la Semana Santa andaluza crece y crece. En Sevilla, más barrios obreros se incorporan a los desfiles procesionales. Los mineros de Aznalcóllar abandonan su encierro en la catedral 'por respeto a las tradiciones'. Sin duda les acomete un temor inconfesable a lo sagrado, a su fuerza social. El número de nazarenos se multiplica. La presencia de nazarenas tal vez haya introducido una suerte de partenogénesis en la formación incesante de nuevos seres picudos. El caso es que ya no se cabe por ningún sitio. ¿Qué procura el gentío? ¿Hasta dónde llegaremos? ¿Por ventura el pueblo andaluz se ha recristianado de súbito? No lo parece. La vieja sospecha de que en esto hay otras cosas, se confirma.

Como cada año, la cátedra de Antropología de la Hispalense arroja alguna luz: 'Cerca del 60 % de los nazarenos no asiste nunca a misa'.('Sólo el 50% procesiona por la fe', aseguraba la encuesta anterior). Los costaleros ya no son míticos cargadores del muelle, sino jóvenes entusiastas que realizan tan soberbio esfuerzo 'por afición', 'por gusto'. ¿Hay alguien por ahí que entienda algo?

Curiosidad: el 25 de octubre de 2001, pocos días después de que se hiciera pública la última encuesta, fallecía Marvin Harris, el gran antropólogo norteamericano que probó en varios casos señalados la inequívoca prioridad de causas materiales y económicas en las creencias espirituales. Lástima que ya no podamos saber qué pensaría de lo nuestro, obnubilados como estamos por el espectáculo. Desde luego, los hoteles están a rebosar, el consumo se dispara. Pero no siempre fue así ni es eso todo. La belleza anda suelta por las calles y, al menor descuido, te atrapa. La primavera, placeres varios, reclama también su cuota de explicación. Pero la mitad de los participantes directos en el rito, todavía hoy, atribuye su peculiar comportamiento a la llamada de un Dios. La otra mitad, a la llamada de la especie. ¿Cohesión social, méritos por iniciarse en el grupo? Conclusión provisional: aquí casi nada es lo que parece.

Que le pregunten al arzobispo de Sevilla. Atribulado años anteriores por sus inacabables cuitas con el poder de las hermandades, éste parece haber alcanzado una cierta paz transitoria, un pacto cuaresmal de no agresión. Pero quedan tres o cuatro recalcitrantes, dispuestas a llegar donde sea, contra las nazarenas, contra el control de los dineros por el prelado. Y el prelado, en tan breve respiro, tendrá otras cosas que pensar: 150 grupos cristianos apoyan ya el celibato opcional. Otros muchos, el sacerdocio femenino. Los curas gay proclaman su derecho a existir. Los casados desafían públicamente la autoridad eclesiástica. Las clases de religión, en los centros públicos, son cada día más cuestionadas. El escándalo de los profesores seglares expulsados de su trabajo con pretextos teológicos (en Andalucía más que en ningún sitio) ha abierto los ojos a mucha gente. Aquel pacto de la transición (cuidado con los curas), se ha roto. La Semana Santa, sí, está espléndida. Pero la verdadera procesión va por dentro.

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