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La portuguesa Mariza propone su estilo 'colorista y participativo'

La cantante nacida en Mozambique publica en España su primer álbum, 'Fado em mim'

Desde el pelo extraordinariamente corto y teñido de rubio platino a su gusto por los vestidos de amplios y coloristas vuelos, pronto queda claro que Mariza, la penúltima gran sensación de la música tradicional portuguesa, no es una fadista a la vieja usanza. Su primer trabajo, Fado em mim, la muestra como una vocalista muy poderosa y bien arropada por Jorge Fernando, el guitarrista y productor de la última Amália Rodrigues. Mariza subraya, con todo, que su hábitat natural no es el estudio, sino el escenario. 'Necesito percibir la participación del público, el intercambio de energía entre ellos y yo. El viejo mito del fado estático es un concepto superado'.

Nacida hace 26 años en Mozambique, Mariza se trasladó de niña al barrio lisboeta de Mouraria, donde sus padres regentaban un local de fados. 'Mi madre me mandaba a la cama, pero me levantaba con sigilo y espiaba a las cantantes entre bambalinas', rememora. 'Fue ya entonces cuando empecé a percibir esa magia y oscuridad del fado, el llanto de la guitarra y la voz sufrida. Me fascinaban el humo, la silueta de la cantante, todo'. A los cinco años cantó su primer fado, con un método algo heterodoxo: 'Todavía no sabía leer, pero mi padre me apuntaba las letras con dibujitos'.

El disco Fado em mim describe el barrio de su niñez en la emocionante Há festa na Mouraria, y aporta piezas del joven Tiago Machado o del poeta Florbela Espanca ('Ay, las almas de los poetas / nadie las puede entender'), además de revisiones de fados clásicos como Loucura, Barco negro o Que Deus me perdoe. Mariza confiesa que guarda composiciones propias en el cajón. 'Es pronto aún para mostrar lo que escribo. Las letras del fado han de ser muy profundas y sentidas. Si cantase mis propios poemas me sentiría desnuda en el escenario'.

Integrante de una nueva generación de fadistas que está compuesta, entre otras figuras, por Cristina Branco, Katia Guerreiro o Mafalda Arnauth, Mariza defiende un estilo más híbrido y contaminado por sus experiencias en el terreno del jazz, el soul y demás expresiones de negritud. 'De hecho, lo que más escucho ahora es a Ella Fitzgerald, Nina Simone o Erikah Badu'.

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