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Reportaje:

Los colmillos de Leo

El aguerrido carácter de Scaloni vuelve a sacar al Deportivo de un lío

Xosé Hermida

En la víspera de la última final de la Copa del Rey le preguntaron a Lionel Scaloni (Pujato, Argentina, 1978) si la posibilidad de chafar el centenario del Madrid le proporcionaba una motivación especial. Leo, como le llaman los amigos, se puso diplomático: 'Lo único que nos preocupa es ganar nuestro título'. Pero el Deportivo venció y, entonces, Scaloni ya no pudo disimular sus sentimientos. En la borrachera de alegría sobre el césped de Chamartín nadie se recreó tanto como él. Todos sus compañeros se habían ido ya a la ducha y Leo seguía bailando y complaciendo las peticiones de la gente, que le reclamaba las prendas de su uniforme. Les fue lanzando la camiseta, las medias, el pantalón... y se quedó en calzoncillos. Luego, ante un micrófono, se olvidó de las formalidades: '¿Vos sabés lo que es arruinar la fiesta al Madrid?'.

Hijo de un granjero con amplias propiedades en La Pampa, Scaloni es de esos futbolistas argentinos que nacen con el espíritu competidor marcado a fuego en su carácter. Para ellos, el fútbol es una jungla en la que sólo hay dos maneras de sobrevivir: o eres un virtuoso o desarrollas colmillos e instinto depredador. Que no es un virtuoso lo sabe él mejor que nadie. El curso pasado, tras meter un gol decisivo al Hamburgo en la Liga de Campeones, confesó sin complejos: 'Vi el balón, cerré los ojos y lo patée'. El domingo consiguió en el último cuarto de hora los dos tantos que sacaron al Depor de un tremendo apuro ante el Tenerife y tampoco trató de darse importancia: 'El primero lo metí con la zurda [es diestro cerrado]. Con eso, está todo dicho'.

Pero, a su estilo, este centrocampista reconvertido en lateral por la lesión de Manuel Pablo se ha convertido en un recurso de urgencia para cuando falla todo lo demás. Si Valerón o Djalminha se ofuscan o si Tristán pierde la puntería, siempre puede aparecer Leo y soltar un zarpazo. Ya lo hizo contra el Hamburgo o, en otro choque de la campaña pasada, en Málaga, donde también logró dos goles cuando el Depor se estaba ahogando.

Ante el Tenerife lo volvió a repetir. Y eso que no se encontraba bien. En el calentamiento, antes del partido, le comentó a Francisco Melo, el segundo entrenador, que notaba calambres. Su primera parte fue floja y Javier Irureta le regañó en el descanso: 'Le dije: 'Pero, a ver, ¿estás o no estás?'. Y pensé en cambiarlo. Pero luego se me encendió la bombillita', dijo el técnico. 'Yo estaba jodido, pero le dije que haría un esfuerzo', aseguró el jugador. Después de que Tristán fallase un penalti y de que Riazor tuviese la visión de que la Liga se esfumaba, Leo sacó los colmillos y trituró la roca tinerfeña. En su explicación del triunfo no hubo lugar a las sutilezas: 'Le echamos huevos'.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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