_
_
_
_
Reportaje:MÚSICA

La silenciosa pólvora de Miles Davis

Los tiempos de cambio nunca sorprendieron a Miles Davis desnudo de ideas. Acostumbrado a ir por delante de todos, su respuesta ante los giros de cualquier signo, tanto anunciados como imprevistos, fue siempre rauda y demoledora. A través del disco In a silent way, cuya música, con atractivos complementos, se recoge ahora en un estuche de tres volúmenes perteneciente a la integral en curso que le dedica el sello Columbia, Miles introdujo en el paisaje del jazz contornos insólitos y personajes nunca vistos. Su drástica redefinición de las reglas de juego se propagaría como pólvora silenciosa.

Hacia la mitad de los años sesenta, el cuarteto del saxofonista John Coltrane capitaneaba el jazz de avanzada con una música que rozaba lo sublime con humildad nacida, a partes iguales, de la fe espiritual y de la fuerza terrenal. Davis (1926-1991) no solía aceptar referencias externas, pero es posible que ese reto, tal vez inconsciente, de quien había sido miembro de su anterior quinteto, fuera uno de los motivos que le impulsase a abrir la espita de la imaginación. Tan a fondo pisó el acelerador que casi fundió las bielas propias y las de quienes le rodeaban. Basta escuchar las extraordinarias grabaciones realizadas en vivo en 1965, en el Plugged Nickel de Chicago, para darse cuenta de que no podía ir más lejos por ese camino todavía relativamente ortodoxo. Junto a Wayne Shorter (saxo tenor), Herbie Hancock (piano), Ron Carter (contrabajo) y Tony Williams (batería), el trompetista había dado forma a un cuerpo sonoro incandescente en el que cada órgano parecía perseguir la autoinmolación con todas sus energías físicas y mentales.

El trompetista se llevó a la tumba los motivos que le animaron a dar un golpe de timón tan vigoroso. Podemos especular con que el jazz, como se entendía entonces, se le había quedado pequeño, aunque también es razonable pensar que Betty Mabry, su esposa en aquel momento, desempeñara un papel determinante al introducirle en el mundo del rock, el funk y el rhythm and blues: James Brown y Sly Stone entraban en la vida de Miles para quedarse.

Fuera por una causa aislada o por la suma de todas, lo cierto es que el trompetista se planteó dar mucho más que un somero retoque a su concepto musical. La incorporación de las versiones eléctricas de guitarra y piano, la ruptura radical con el repertorio estándar y con el esquema tradicional de exposición del tema-rueda de solos-reexposición, fueron algunos de los rasgos más llamativos de la nueva etapa, pero Miles tenía acostumbrada a la comunidad jazzística a presentar sus innovaciones prendidas de músicos con nombres y apellidos. Por supuesto, también en el proyecto In a silent way confió Davis en escuderos rebosantes de ideas que, por primera vez, no procedían de la cantera habitual. El teclista Joe Zawinul, compositor de la pieza que daría título al disco, era un emigrante vienés de sólida formación académica; el guitarrista John McLaughlin llegaba de la efervescente escena londinense del rhythm and blues, y el contrabajista David Holland desembarcaba después de haber participado en algunos de los proyectos más interesantes de la capital británica. Ellos fueron los elegidos para sumarse a Shorter, Hancock y Williams, además de a otro joven teclista ducho en ritmos latinos, Chick Corea, que recalaba en el grupo por recomendación de Williams. Seguramente las ideas surgieron después de atrevidos cruces de música, miradas expectantes y algún que otro monosílabo (Davis no se caracterizaba por su locuacidad). Para cerrar el capítulo de la gestación de In a silent way, se adivina que Miles encontró en el silencio, su amigo más íntimo, el consejo definitivo que desataría una revolución de estruendosa trascendencia estética. Pero las licencias poéticas convencionales no iban con el carácter de Miles. De hecho, el trompetista anticipó un contundente 'les va a acojonar' , mientras hacía escuchar a un amigo las premezclas por teléfono.

Miles ya había utilizado ritmos de rock en Eighty-One (1965) y también se había adentrado en formas ajenas al jazz en Circle in the round dos años después, pero su emancipación estilística definitiva empezó a consumarse en 1968. The complete in a silent way sessions incluye cuatro piezas inéditas y restituye a su formato original otras cuatro. En total, casi tres horas y media de fecunda especulación cuyos hallazgos señalarían el camino a sucesivas generaciones, incluida la que ahora mismo aspira a seguir innovando.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_