Salto a la pantalla
Un curso de interpretación enseña a veinte actores a enfrentarse a la cámara
'No la miras lo suficiente. En algún momento del texto tienes que variar la expresión y la postura para mostrar preocupación', dice a uno de sus alumnos la realizadora Manane Rodríguez, directora del curso El actor y la cámara. De lunes a viernes, cuatro horas diarias, una veintena de aficionados y actores aprenden a manejarse en el pequeño rectángulo de la pantalla de televisión.
Javier Parra es uno de ellos. Tiene 32 años y es actor de teatro desde que terminó Arte Dramático en la escuela malagueña, en 1993. Ha trabajado con compañías como Brea Teatro, Candilejas o Málaga Danza Teatro, tanto en la provincia como fuera de ella. Desde hace dos años trabaja en Granada y siempre ha estado subido a las tablas de un escenario. 'Nunca había hecho nada de televisión y prácticamente lo mismo me ha ocurrido con el cine. Tampoco había tenido una curiosidad tan fuerte como ahora', afirma Javier. Es uno de los alumnos más participativos del curso. Escucha atentamente las palabras de Manane y da su opinión. Entre todos analizan la interpretación de una pareja, a punto de romper por la infidelidad de ella. 'Este curso me está sirviendo para trabajar en muy poco espacio y para enfrentarme a mi propia cara y mi propia voz', cuenta Javier, que no cree en los talentos sacados a la luz de la noche a la mañana.
Otro participante, Antonio Pinazo, de 36 años, ha interpretado papeles para la pequeña pantalla: ha trabajado como extra en películas, haciendo anuncios en televisión y con pequeños personajes en series como Arrayán y Plaza Alta, de Canal Sur. Descubrió su vocación a los 15 años pero la abandonó porque le parecía una meta inalcanzable. Sin embargo, un día se presentó al casting de un musical y obtuvo un papel. A partir de ahí comenzó a tomárselo en serio. 'De este curso espero sacar más que nada un resultado: que cuando me tenga que poner frente a la cámara tenga más recursos, me controle más', afirma Antonio. 'La directora nos está enseñando a sacar provecho de cada escena, como hace Victoria Abril, que siempre se inventa algo para darle vida y realidad a cada personaje', añade Antonio.
Sara no es tan participativa y se sienta en la última fila. Es una de las alumnas más jóvenes, tiene 22 años y estudia cuarto de Comunicación Audiovisual en la Facultad de Ciencias de la Información de Málaga. Su perspectiva es radicalmente opuesta a la de los demás. 'Me apunté porque me interesa la dirección escénica. Este año tenemos que rodar cortometrajes para clase y nos sirve de práctica', asegura Sara. 'Me interesa saber cómo tiene que colocarse el actor en el plano, cómo coloca la cámara, la posición en el encuadre, cómo transmite sus deseos el director...', añade Sara. Afirma que lo suyo es estar detrás de la cámara y durante la clase no participa en ningún ejercicio de interpretación. Sara sueña con llegar a ser realizadora: 'El cine es lo que más me gusta, porque es lo más creativo y en lo que más te implicas'.
Una iniciación a la técnica audiovisual
Manane Rodríguez (Uruguay, 1954) se inició en la realización de largometrajes con Retrato de mujer con hombre al fondo, con el que consiguió el Premio Opera Prima en el Festival Internacional de Peñíscola. Recientemente ha dirigido Los pasos perdidos, que obtuvo una Mención Especial en el Festival Internacional de Valladolid. Sus actrices también han sido premiadas, como Paulina Gálvez con el Goya Revelación 1998. Ahora, esta mujer de 48 años imparte este taller organizado por el área de Cultura de la Diputación de Málaga, en el que se están viendo temas como la mirada de la cámara, el tamaño del plano, la mecánica de un rodaje o el raccord emocional. 'Es un curso práctico porque el tiempo no da para mucho más. No podemos dar una formación actoral pero sí adecuar los valores que tengan cada uno al rectángulo que es la pantalla', afirma Manane. 'Es necesario ver los movimientos que tiene el cine, los elementos que facilitan la interpretación, que dependerá también del tamaño del plano', añade. Manane dialoga con su clase y propone constantemente ejercicios. Graba a los alumnos con una pequeña cámara digital y luego ven el resultado reproducido en un monitor. Pasando una y otra vez las imágenes escudriñan hasta el último detalle y detectan los fallos o las carencias. 'Este tipo de curso es útil para perderle el miedo a la cámara, para que los actores conozcan los artificios de la óptica, las direcciones de las miradas, la esclavitud del rectángulo al que tienen que dar su propia verdad', dice la directora, que se enfrenta estos días a un grupo muy heterogéneo compuesto por actores y actrices de teatro, de series o amateurs que ahora ven en la pequeña o gran pantalla una salida a su creación. 'Me dicen que se multiplica el número de alumnos en las escuelas de Arte Dramático y esto no se debe a operaciones triunfo o las ganas de brillar como estos chicos, porque la gente sabe que eso sólo le pasa a tres. Pero sí que las series están dando mucho trabajo y están propiciando demanda entre la gente joven', piensa Manane. 'Estas series consumen muchos actores, no sólo los principales, también están las subtramas. Y esto está haciendo que sea real esta industria y que comience a dar trabajo', añade.
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