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Reportaje:

Cultura japonesa para olvidar la artrosis

Medio centenar de jubilados participa en los cursos de papiroflexia, arte floral y caligrafía oriental de la Fundación La Caixa

Rosa Libertad Sanz, de 70 años, entró el lunes por la mañana en la Fundación La Caixa de la calle de Arapiles hecha un manojo de nervios, y salió como una seda: 'Me he quedado nueva para todo el día'. Ella y su marido, Joaquín Muñoz, también de 70 años, van una vez por semana a clases de shodo o caligrafía japonesa. Norie, su profesora, les enseñó ese día sólo dos palabras, porque no es nada fácil aprenderlas.

Dibujaban los símbolos japoneses en un folio con pinceles y pintura negra. Norie les intentaba transmitir que hay que escribir las palabras con la mente en blanco y con un movimiento del cuerpo acompasado. 'Seguro que el que escribe una carta de amor termina bailando'. Quien dice esto es Joaquín, el más aventajado de la clase y uno de los 11 alumnos que tiene Norie. Estos cursos, organizados por la Fundación La Caixa, también incluyen clases de papiroflexia y arte floral (ikebana); a finales de abril comenzará otro de meditación.

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Los alumnos pueden aprender asimismo a hacer un jardín japonés en miniatura, donde la arena y las piedras forman figuras que reflejan el estado interior de la persona. El pasado lunes, después de terminar sus respectivas clases, los alumnos trataron de fabricar uno de estos jardines típicos de Japón. Con un rastrillo tan pequeño que apenas medía cinco centímetros, intentaban trasladar sus sentimientos a la arena. Querían imitar el jardín que había hecho la profesora Rikako y que preside la Fundación de la calle de Arapiles. En este jardín sin flores hay piedras que simbolizan a una familia con varios hijos y otras que representan a una pareja. Las distintas formas de la arena significan el universo o la vida.

Rikako explica que todo esto tiene relación con la fiolosofía zen, que tiene como objetivo alcanzar el satori o verdad absoluta. La profesora está convencida de que hay que buscarla con el corazón, donde se encuentra la esencia de todas las cosas.

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El ikebana también sirve para relajarse. Los alumnos fabricaron el pasado lunes un centro con tres tipos de flores que representaban el cielo (shi), la tierra (tai) y el hombre (se). Félix Muela, con 63 años 'muy bien vividos', según dice, se ha dejado arrastrar por el espíritu de la cultura japonesa. Y subraya que la concentración es fundamental para hacer un centro de flores típico de Japón, pero singular a la vez. 'Esto requiere una tranquilidad de espíritu que de alguna manera debe reflejarse en el resultado final. Si no es así, no tiene importancia lo que haces. Hay que pensar sólo en las flores para que la armonía no se rompa', explica.

Como en las clases de caligrafía, en la de papiroflexia también hay un matrimonio entre los alumnos. Alfonso Muñoz y Vicenta de Pablo tienen 87 y 80 años, respectivamente, y ya saben hacer un gorro japonés, una silla, una pistola y un muñeco. Cuando se sientan a practicar con hojas de colores se concentran en el papel, en las formas, y no piensan en nada más. Sólo entonces, Vicenta consigue olvidarse de su artrosis.

CentroCaixa. Calle de Arapiles, número 15. Teléfono 914 44 54 10.

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