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Una derrota española, narrada al minuto por los historiadores

Javier Pastor y María Jesús Adán, los arqueólogos autores del monográfico que publicará en breve la Comunidad de Madrid, describen con una precisión sorprendente lo que fue una de las grandes derrotas españolas en la guerra de la Independencia. Ésta es la historia que el 30 de noviembre de 1808 se condensó en apenas seis horas:

7.00. La niebla cubre el puerto.Aún no ha amanecido cuando el mariscal Victor parte de Cerezo de Arriba en dirección a Somosierra acompañado por la división Ruffin y la caballería polaca. La división Villatte estaba en camino desde Riaza. Napoleón, escoltado por la Guardia Imperial, cruza Cerezo de Abajo y desmonta en las inmediaciones del desfiladero para desayunar tranquilamente en una casa abandonada.

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9.00. Las tropas de Victor se detienen al entrar en contacto con los tiradores de la vanguardia española, emboscados en las laderas que dominan la ruta. El regimiento de infantería 96 trata de avanzar siguiendo el eje de la carretera, pero es detenido cerca de un puente de piedra, donde 400 metros al sur los españoles disparan con sus cañones. Mientras, otros dos regimientos tratan de neutralizar a los españoles que están en las laderas y que suben por el Barrancal y las faldas del pico Cebollera, respectivamente. Hay un centenar de muertos en las filas francesas.

11.00. La niebla comienza a disiparse y Napoleón es informado de las dificultades a que se enfrentan sus tropas para el avance. El emperador examina la situación y, con la información privilegiada que le habían proporcionado tres desertores, decide enviar a la caballería ligera, en ataque suicida, contra la artillería española situada tras el puente. De nada sirve que dos de sus oficiales (el coronel Piré y el general Montbrun) pongan objecciones a esta empresa.

11.30. Los 150 hombres de la caballería ligera polaca, cuyo jefe es el capitán Kozietulski, son los encargados de la misión suicida. Tan sólo un francés, el mayor Philippe de Ségur, participa en la acción contra los españoles.

12.00. El ataque coge por sorpresa a los españoles y los polacos logran neutralizar la artillería y provocar la retirada de la infantería, que huyó por el monte en dirección a Buitrago y Segovia. De nada sirve que el general San Juan intente predicar con el ejemplo y se lance con su escolta personal contra la caballería enemiga: resulta herido y emprende también la huida. Los franceses ganan así la batalla. Pero en el escuadrón polaco las bajas ascienden a 57 muertos y heridos y a 24 contusionados. El resto de las tropas francesas comienza a pasar por el puerto. Napoleón manda enterrar a los polacos de dos en dos, en ataúd y con uniforme. Es una muestra de reverencia: la norma ordena enterrar a los caídos sin uniforme y directamente en la tierra.

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