Un hotel con forma de cono volcánico
GRAN MELIÁ VOLCÁN LANZAROTE, nuevo 'resort' en la isla canaria
GRAN MELIÁ VOLCÁN LANZAROTE
Categoría oficial: cinco estrellas. Dirección: Urbanización Castillo del Águila. 35570 Playa Blanca (Lanzarote, Canarias). Teléfono: 928 51 91 85. Fax: 928 51 91 32. Central de reservas: 902 14 44 40. Internet: www.solmelia.es. Instalaciones: jardines, 4 piscinas (una de ellas climatizada), gimnasio, squash, baños termales, centro de salud y belleza, peluquería, salones de estar, salas de convenciones para 450 personas, 4 bares, 5 comedores, discoteca Los Jameos. Habitaciones: 229 dobles y 26 'suites'; todas con baño, calefacción, aire acondicionado, ventilador, teléfono, minibar, TV vía satélite y secador de pelo; las 'suites', con hidromasaje. Servicios: algunas habitaciones adaptadas para discapacitados, admite perros. Precios: temporada alta, 117,20 euros + 7% IVA; temporada baja, 78,13 euros + 7% IVA; en régimen de media pensión, desayuno y cena incluidos. Tarjetas de crédito: American Express, Diners Club, Visa, 6000 . Arquitectura ... 9 Decoración ... 8 Estado de conservación ... 9 Confortabilidad habitaciones ... 8 Aseos ... 8 Ambiente ... 8 Desayuno ... 7 Atención ... 8 Tranquilidad ... 9 Instalaciones ... 8
Sol-Meliá estrena estos días en la isla de Lanzarote un hotel cum laude. Para qué calificarlo con rodeos si quien ha firmado los planos, el arquitecto Andrés Piñeiro, acredita en su currículo edificaciones tan colosales y reconocidas en el mundo entero como la del hotel Gran Meliá Bahía del Duque, en Tenerife, por citar un ejemplo. El nuevo resort (complejo vacacional) no es sólo el último de los inaugurados en el área residencial de Playa Blanca, junto al futuro puerto deportivo Marina Rubicón, sino el más refinado, alegre y, desde luego, atrayente a la vista. Desde cualquier ángulo llama la atención y provoca el cono volcánico que dibuja su cuerpo central. Un tótem bajo cuyo revestimiento lávico se sustenta una bóveda que cubre todo el círculo vestibular, donde se descuelgan, entre cascadas y balcones de vegetación, los salones, las tiendas, el bar y el mostrador de recepción.
El resto de las instalaciones conforman un pueblecito al uso en el recetario arquitectónico turístico de las islas, pero muy lejos del pastiche en que incurren otros establecimientos vacacionales. Sin renunciar al look Disney, el Volcán Lanzarote se revela como un hotel comedido, elegante y hasta cierto punto audaz sus propuestas decorativas. Empezando por la iglesia que sirve de entrada al recinto, bien ventilada y protegida de la canícula subtropical. Amalgamados sobre el relieve del terreno respiran los paramentos, las terrazas, las torres y los tejados con aleros breves. Veinte casas típicas, de una o dos plantas, albergan las 255 habitaciones y suites con terrazas de ambiente oceánico, al gusto de una clientela variada. Todas luminosas, suficientemente amplias, moderadamente minimalistas y beneficiadas por unas vistas gozosas del mar, frente a las islas de Lobos y Fuerteventura, al pueblo de Playa Blanca o a las playas de Papagayo.
César Manrique
Sin duda, la herencia artística de César Manrique -que impregna cada uno de los monu-mentos paisajísticos a descubrir en la isla- planea también sobre los jardines colgantes y las piscinas volcánicas, encendidas de azul al caer la tarde. Es entonces cuando más apetece salir a pasear por el hotel, recrearse en sus terrazas y placitas, husmear sus rincones llenos de detalles. Es la hora de quedarse embobado ante el crepúsculo oceánico, averno de lava incandescente, lapilli y vapor de agua que Lanzarote reserva para sus visitantes en la memoria. Acaso porque el mundo se puede acabar, cinco restaurantes especializados en tapas, bufés temáticos, pescados y mariscos, cocina italiana y haute cuisine francesa aseguran que, al menos, le pille al huésped confesado y bien comido.
ALREDEDORES
TODOS LOS PUNTOS de interés de la isla son abarcables en un día de coche. A 10 kilómetros, el parque nacional de Timanfaya, delimitado por la superficie de escoria que dejó el volcán del mismo nombre en la erupción que tuvo lugar a finales del siglo XVIII. Al norte, el Jardín de Cactus, la cueva de los Jameos del Agua -conciertos de diversas músicas- y el mirador del Río, sobre los riscos de Famara y la isla de Graciosa. Todas obras engendradas por el artista insular César Manrique, cuya lección de respeto a la arquitectura y la vida tradicionales es quizá el mayor patrimonio de Lanzarote, amenazado ahora por la especulación urbanística.
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