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Reportaje:

Salvar la mina a cielo abierto

Medio centenar de trabajadores de MRT llevan 25 días acampados en una avenida de Huelva

No les cansa vivir al raso. El medio centenar de trabajadores de Minas de Riotinto (MRT), afiliados a Comisiones Obreras, que llevan acampados 25 días en una de las principales arterias de circulación de Huelva, la Avenida de Andalucía, no se dejan arrastrar por los cantos de sirena lanzados por las administraciones ni por las promesas sobre su futuro.

'Estamos cansados de propuestas falsas. No vale ya seguir convocando una mesa y otra y otra y volver a repetir un día tras otro el mismo planteamiento. Queremos soluciones concretas', afirma Joaquín Santos, minero de MRT.

Mientras en la Subdelegación del Gobierno se suceden las reuniones de para intentar desatascar el conflicto, al otro lado de la ciudad ondean las banderas rojas del sindicato CC OO.

La respuesta que hasta ahora ha dado el Gobierno central no cura la herida de estos trabajadores. Ellos quieren que se les dé una solución a los compañeros que ya no cobran nada y a los que se les han agotado las prestaciones por desempleo.

Excepto en los momentos en que hay asamblea o planificación de alguna manifestación, la vida pasa tranquila por el campamento minero. Un pequeño muro marca la frontera del asentamiento del resto de la avenida onubense.

'Este lugar es inhabitable. El tráfico es constante y durante la noche se acentúa aún más, sobre todo los fines de semana. Las máquinas de barrer, las motos y la ambulancia, hacen imposible conciliar el sueño', asegura Serafín Iglesias Morano en una de las tiendas habilitadas. Este minero, natural de Nerva, es el más veterano en la empresa. Ha trabajado en la planta de trituración de MRT más de 30 años. Su vida en el campamento transcurre con el ritmo de las horas. 'Aquí vemos las horas pasar', dice.

El caso de Fernado Vélez Cruz ha llegado a extremos de desesperación. 'No podía soportarlo ni una noche más. Me fui a media madrugada a dormir a mi coche. Allí he trasladado mi dormitorio'. Vélez Cruz, de Zalamea la Real, fue camionero en MRT una treintena de años. Abril será un mes dulce y entrañable para este minero. La mayor de sus hijas espera un niño. 'Deseo de corazón no estar aquí ya para entonces. No quiero que mi nieto nazca y yo esté aún en el campamento', dice.

Al otro lado del muro la vida continúa con normalidad. Un grupo de ancianos toma las riendas del mundo en uno de los bancos de la plaza, mientras una pareja ahoga el tiempo en largos y apasionados abrazos.

Desde que iniciaron el campamento, el pasado 18 de febrero, los mineros están desafiando todos los contratiempos. 'Anoche [por el jueves] fue horroroso. No dejaba de llover. Se nos fue la luz y no sabemos aún las consecuencias de tanta agua en los huesos', dice Serafín Iglesia. Para paliar el frío, los mineros han hecho acopio de leña para encender hogueras.

En estas semanas han pasado muchas cosas. No sólo ha habido momentos de preocupación. Manuel Díaz, vigilante de seguridad de la mina, jamás olvidará el aniversario de boda que ha celebrado en el campamento. 'Los compañeros lo prepararon todo. Abrieron la puerta a mi mujer como si fuera una novia el día de casarnos. Nos prepararon en el interior de una tienda la mejor habitación de matrimonio que haya tenido jamás. Pusieron un cabecero de cama y flores. Brindamos con champán. Estuvimos hablando durante toda la noche. Entonces fue cuando descubrí que un matrimonio como el mío, atravesado por la crisis minera, se hace fuerte', manifiesta lleno de orgullo este trabajador.

En el campamento también hay cabida para la música. Luis Naranjo, programador informático en la mina desde 1969, ha compaginado su trabajo en la mina con su vocación de músico. Es director de la Coral de Riotinto y del grupo Hogueras y Candiles, de Riotinto. Ha compuesto canciones para los Romeros de La Puebla y junto a su compañero en el campamento minero, José Márquez componen el dúo Los Latinos. 'A veces agarramos las guitarras y cantamos alguna que otra canción', afirma este minero.

Este dúo se ocupa además de llenar las barrigas de todos los mineros acampados con gustosos platos. Ellos son los jefes de cocina. 'Nos hemos encargado de la cocina los que somos aficionados a ella', dice Luis Naranjo.

En este tiempo los mineros han estrechado lazos de amistad que quedarán atados de por vida. Algunos sólo se conocían de vista, otros de las frecuentes reuniones sindicales. Unos han reafirmado la amistad que ya tenían y otros han encontrado nuevos amigos. 'Seguiremos hasta el final', sentencia Vélez Cruz.

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