El mal ojo de Toshack
De John Toshack se sabía en 1985, cuando llegó a España, que había tenido el honor de lucir el 9 del Liverpool y que salió de Anfield con el deseo confesado, pero no cumplido, de sentarse un día en el banquillo de los reds. Se cuenta que la Real lo encontró por catálogo después de que un entrenador de postín le diera calabazas. Venía del Swansea, el equipo de su ciudad, y del Sporting de Lisboa, en el que se bautizó en el fútbol continental.
Por su carácter, arrogante; por sus métodos,inquietantes; por sus declaraciones, al principio sorprendentes, Toshack halló en España el acomodo que buscaba en la élite. La Real le dio la oportunidad de figurar en el establishment y el flechazo duró hasta el lunes pasado.
La ambición le llevó al Madrid cuando era un ídolo capaz de hacer campeón de Copa a la Real, de enfrentarse a Arconada y compañía. Y en el Bernabéu lució sus galas de goleador británico: ganó una Liga, arrasó los resgitros goleadores y llevó a Hugo Sánchez a empatar con el ilustre Zarra en el número de tantos conseguidos en una sola temporada.
Probablemente hasta ahí llegó el ojo clínico de Toshack, hasta el fútbol de arcas sencillas. En el Deportivo, su siguiente destino, era otro Toshack. La televisión rompió el mercado y en A Coruña se juntaron el hambre y las ganas de comer. Fichó a diestro y siniestro, en connivencia con Augusto César Lendoiro, pero salió por la puerta falsa, escaldado por el peso de sustituir a Arsenio Iglesias, la auténtica esencia del club.
El nuevo fútbol ha pasado por encima de Toshack, más tendente a contratar que a entrenar. De su último regreso a Madrid quedan el camerunés Geremi y el bosnio Baljic, dos problemas para el equipo blanco, pagados a precio de oro y difíciles de colocar en el mercado. De su paso por la Real, por ejemplo, Kvarme y Luiz Alberto, dos centrales que han hecho famoso al club por su falta de tino.
A Toshack le gusta fichar, a ser posible con un grado razonable de exotismo que agrande su estatura. Pero últimamente no daba una. Por eso la Real le ha destituido como entrenador y manager. Y ahora tiene el mismo problema que el Madrid: no sabe qué hacer con su herencia.
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