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LA CRÓNICA
Columna
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Zaplana decide su futuro en abril

Si de la coyuntura política se divulgasen partes similares a los del tiempo, el correspondiente estos días a la actividad pública valenciana revelaría un predominio del tedio ambiental, con alguna nube persistente que propicia las conjeturas de los comentaristas habituales, y vientos invariables de componente centrista y conservadora. No se esperan chubascos ni menos aún tormentas que sacudan la estabilidad del gobierno autonómico, capaz de enmendar o metabolizar sin desgaste notorio sus propias deficiencias. El esperado ciclón opositor sigue perdido por las Azores. Sin embargo, ciertos indicios delatan que algo se mueve y que las aludidas nubes podrían descargar una que otra novedad.

Y no hay novedad tan esperada como el cada día más inaplazable parto de los montes. Nos referimos a la inescrutable decisión del presidente Eduardo Zaplana sobre si opta o no a una tercera legislatura. La verdad es que, hasta ahora, no se perciben signos o se han producido hechos que nos induzcan a pensar que volverá a ser candidato. Todo lo contrario. Sus más allegados confirman el propósito presidencial de no repetir y de abrirse a otros destinos, que pueden ser políticos -donde el Molt Honorable coincide realmente con su vocación- o privados. Tajo laboral bien y mejor retribuido no ha de faltarle, sin que ello signifique sumirse definitivamente en el ostracismo.

No obstante, y como aseguran fuentes fiables, será determinante a este respecto una entrevista que el jefe del ejecutivo valenciano mantendrá durante el próximo abril con una relevante personalidad política. Lo que sea, ya sonará y cabe suponer que las conveniencias del partido se antepongan a las personales. Así y todo, nos costaría comprender que al presidente autonómico se le imponga la receta que José María Aznar declinó. Tanto más cuando en el caso de Eduardo Zaplana, éste puede aducir que ha cumplido con creces la misión que se le encomendó consolidando el partido y dejándolo en condiciones de revalidar y hasta acrecer los resultados de los últimos comicios.

Así lo confirma una encuesta de finales de febrero realizada por Demoscopia sobre 4.500 entrevistas. De ese amplio y significativo muestreo se desprende que el PP podría sumar dos diputados a los 49 que ahora tiene en las Cortes Valencianas, restándole uno al PSPV y otro a EU, que quedarían respectivamente en 34 y cuatro. Una diferencia confortable para quien le suceda -y del que nada se sabe; aunque hay una encuesta del PP nacional en la que se pregunta por Rita Barberá y José Joaquín Ripoll-, al tiempo que un legado merecedor de un reconocimiento político que, más allá de las loas, podría traducirse en un ministerio relevante -el de Exteriores le hace chiribitas a Zaplana- o un puesto cualificado en Europa donde, pongamos por caso, podría relevar a Loyola de Palacio, recuperada para otras tareas en Madrid.

Mientras, y hasta los próximos comicios autonómicos, el presidente habrá de procurar que los meteoros le sigan siendo propicios y por ello no debe descartarse que acometa lo que viene negando: un reajuste en la composición de su gabinete. 'Si el Gobierno funciona excelentemente, ¿por qué habría de cambiar?', ha dicho. Pero él mejor que nadie sabe que esa excelencia no es común a todos los departamentos y que algunas consejerías están pidiendo a gritos una renovación. Como señalar con el dedo podría contribuir a blindar a sus titulares por sugerir que le estamos dictando la crisis al presidente, dejaremos que sea el lector, y él mismo cuando le pete, quienes los amorticen. Algo, insistimos, de todo punto necesario para restaurarle al Consell la lozanía perdida.

De que Zaplana repita o se marche depende, obviamente, el tempo de algunas operaciones iniciadas e incluso la conclusión de las mismas. Tal es, por ejemplo, la fusión de las dos principales cajas de ahorro valencianas. Con él en el puesto de mando podríamos apostar que acabaría venciendo las resistencias, dada su capacidad maniobrera e incontestada hegemonía en el partido. Por lo pronto ya ha puesto en pie la Corporación Financiera, que es una tierra común para que CAM y Bancaja convivan y limen prevenciones. De la Corporación se sabe ya dos cosas: Una, Diego Such no será su presidente ni su consejero delegado. Dos: habrá consejeros ajenos a las cajas, pero estarán en minoría.

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JARRO DE AGUA FRÍA

Valéry Giscard d'Estaing, presidente de la Convención que ha de diseñar el futuro de Europa, ha pasado por Valencia y se lo ha pasado bomba en estos preludios falleros. Sin embargo, lo que debiera de haber sido una justa correspondencia, se ha convertido en un jarro de agua fría. Según sus previsiones, y al hilo del espíritu jacobino que le alienta, ha dejado claro que las regiones no pueden agravar el de por sí enredado y burocratizado gobierno de la UE. O sea, que no será él quien mueva un dedo para vitalizar la participación regional y municipal en el organigrama comunitario. Arreglados vamos con este sempiterno mensajero de malas noticias para este país, su vecino del sur.

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