'¡Es la leche!'
El Depor celebra su cena triunfal en un santuario gastronómico del madridismo, se va de discoteca y vuelve a casa sin apenas dormir
'¡Es la leche! ¡Lo que hemos hecho es la leche!', se repetían, con cierta incredulidad, algunos dirigentes del Deportivo durante la noche de farra que siguió al triunfo. Una euforia que contrastaba con la discreción del presidente, Augusto César Lendoiro, el gran artífice del milagro deportivista. Mientras directivos y jugadores acaparaban la pista de una discoteca próxima al lugar de la hazaña, Lendoiro, un tanto ajeno, se refugió en una esquina acompañado de familiares y amigos. Allí estuvo hasta que el alba despuntó y cedió a la insistencia del pintor gallego afincado en Madrid y devoto futbolero Antón Lamazares. Le costó trabajo al artista, pero, al final, logró su propósito: con sorprendente destreza, Lendoiro acabó cantando ante aficionados y periodistas.
Después de profanar el estadio Bernabéu en el gran día del centenario blanco, el Depor siguió jugueteando con las tradiciones del Madrid. Así, se fue a cenar al Asador Donostiarra, el gran santuario gastronómico del madridismo, al que la fiesta gallega dejó al borde del colapso. Decenas de aficionados se sumaron a la cita y abarrotaron los comedores contiguos al de los jugadores, sus esposas, algunos niños y los directivos. Pero el entusiasmo fue comedido: no se escucharon cánticos ni grandes consignas.
Tras los postres, se hizo imposible mantener la barrera que separaba a los futbolistas del resto de la concurrencia y un alegre caos se apoderó del local. El trofeo danzaba de mano en mano porque todo el que aparecía quería fotografiarse con él. Los jugadores empezaban a relajarse, aunque a más de uno se le notaba la falta de práctica en ciertos vicios. Fran estuvo largo rato peleándose contra un habano al que no encontraba el tiro. Acabó desistiendo: '¡Si es que no tengo ni idea!'.
La juerga continuó después en la discoteca: Víctor, Amavisca, Nuno, el habitualmente austero Valerón, su compañero del alma Manuel Pablo, quien demostró a ritmo de salsa que está recuperado de su grave lesión -ya ha comenzado a entrenarse-... Pero los reyes fueron el clan familiar de los Tristán. Para acompañar al chico en un día tan inolvidable habían viajado a Madrid varios parientes suyos de La Algaba, el pueblecito sevillano en el que nació, empezando por su abuela, que se retiró tras la cena. Los demás se fueron a bailar y las ganas de juerga del delantero, tal vez el más eufórico de la plantilla, rivalizaron con las de su padre, incansable bailarín.
Otros futbolistas prefirieron irse al hotel tras la cena porque se habían llevado a los niños o, simplemente, querían descansar. Entre los que no quisieron estirar la noche casi hasta la hora de regreso a Galicia estuvieron el entrenador, Javier Irureta, de costumbres sobrias, y su ayudante, Francisco Melo, más sobrio aún: es vegetariano y se distrae leyendo filosofía.
Irureta ya había tenido suficiente con lo vivido durante el choque y las ceremonias posteriores. Le llamó el presidente del Gobierno, José María Aznar, quien también se comunicó con Lendoiro. Y antes ya había mantenido una curiosa charla con el Rey. Cuando el equipo acudió al palco a recibir la copa, don Juan Carlos le detuvo y broméo con él: '¡Aquí está el señor de las gafas que masca chicle en los partidos!'. Desinhibido por la emoción, el técnico obvió el protocolo y le espetó: ' ¡Eres un fenómeno!'.
En el palco también estaba el presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga, poco aficionado al fútbol, pero que sorprendió a sus acompañantes al seguir el partido con inusitada pasión. Y tanto se entusiasmó con el triunfo que acabó abrazando a un atónito periodista que quería entrevistarle.
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