Comunistas sin complejos

En los bajos del edificio donde está la sede madrileña del Partido Comunista de España (PCE) hay un comercio que es la prueba de cómo cambian los símbolos: 'PC Market', se lee en un gran letrero luminoso de un supermercado de la informática. La paradoja de las siglas la apunta uno de los dirigentes de ese partido: 'Para la mayoría de los jóvenes un PC es un ordenador y no un partido comunista', dice Rubén Fernández.

Es la señal del camino hacia el olvido que ha tomado en los últimos años un partido fundamental en la historia de España y clave en la Transición. Si cuando se legalizó el PCE -se cumplen ahora 25 años- se contaban 150.000 militantes (200.000 en las primeras elecciones) hoy se han quedado en 30.459 afiliados. Muchos tiraron el carné, hartos de las rencillas internas, las dudas sobre las alianzas en la izquierda o los guiños a la derecha. Tumbos que derivaron en los sucesivos descalabros electorales de la federación de partidos a la que el PCE pertenece desde hace tres lustros, Izquierda Unida (IU).

Precisamente, en el congreso del PCE, que comenzó el viernes en Madrid y finaliza hoy, sus dirigentes se habían propuesto pasar página. Dar por cerrados los desencuentros internos y mantener, por fin, una imagen de unidad, útil para una mejor perspectiva electoral. No pudo ser. Ya lo intuía al inicio del congreso Felipe Alcaraz: 'Aquí estamos, reflexionando los unos contra los otros'. El inicial acuerdo del coordinador general de IU, Gaspar Llamazares, y el secretario general del PCE, Francisco Frutos, se tambaleó la primera noche. Aunque por la manaña constaba también la oposición de unos cuantos irreductibles, abanderados por Ángeles Maestro, que se quejan de que se ha aparcado 'la lucha social por la presencia en los gobiernos'.

A pesar de sus diferencias, los comunistas españoles coinciden en que por primera vez está sucediendo algo. La más fuerte de las señales viene del movimiento antiglobalización, al que todos mencionan como la dirección por la que van los tiros. No por casualidad el delegado de Rifondazione Comunista, el partido que ha congregado este movimiento en Italia, fue muy aplaudido durante el congreso. 'Es lo más importante que ha aparecido de coordinación social, intelectual y de movimiento embrionariamente político, con gentes diversas', sostenía esta semana el secretario general del partido. 'Hay que apostar a fondo y nutrirse de él'.

'Tampoco hay que dejar que sea ilusionante por que haya un movimiento en sí, sino buscar opciones, para evitar lo de Argentina, donde se han producido explosiones sociales sin ninguna alternativa', precisa Jorge Rochet, de las Juventudes Comunistas.

Y en esa línea, una gran mayoría ha orientado el viejo debate sobre la permanencia del PCE en IU hacia un reforzamiento del partido para apuntalar la coalición, que también forman Espacio Alternativo, la Tercera Vía y la Candidatura Unitaria de Trabajadores. 'IU es una opción más amplia. El PCE tiene que ser el referente cultural, donde se dé el análisis ideológico que aglutine a los comunistas, mientras que IU es la respuesta inmediata al ciudadano en sus problemas', dice Javier Ruiz, un militante madrileño.

El PCE lleva tiempo dando señales de cambio: 'No nos asustamos por reconocer que el comunismo está en crisis', indican los documentos de debate del congreso. En el partido se ha vuelto a hablar de la necesidad de acercarse al PSOE para arrinconar al PP; rechazan ser dogmáticos -'No vamos de profetas', dice Maite Delgado, una joven militante-; pero, aunque sean pocos, los que están son, según Frutos, 'comunistas sin prejuicios y sin complejos'.