El paraíso está bajo tierra
El Karst en Yeso de Sorbas, con más de 1.000 cuevas, es uno de los más importantes del mundo
Los chavales de Sorbas, un municipio almeriense de apenas 3.000 habitantes situado a 55 kilómetros de Almería capital, tenían hace años por costumbre montar merendolas ante la entrada de una gran cueva ubicada en lo que hoy se conoce como el paraje natural del Karst en yeso de Sorbas. Los adultos, temerosos de que el afán aventurero de los niños los hiciera adentrarse en la cueva y sufrir algún percance, comenzaron a hacer correr la idea entre los menores de que el lugar que escogían para sus pequeños festines era la entrada al infierno.
La historia la cuenta, entre bromas y veras, Diego Contreras, uno de los responsables de la empresa Natur-Sport, que se encarga de ofrecer itinerarios por el interior de las cuevas que conforman el Karst en Yeso de Sorbas, el más importante del mundo junto a los karst en yeso de Podolia (Ucrania) y Bolonia (Italia).
Probablemente los chavales no se creyeran la historia con el que sus mayores intentaban evitar que cometieran cualquier imprudencia. Pero el intento sirvió para que esa cueva se quedara ya para siempre con el nombre de la cueva del barranco del infierno. Nada más desafortunado. Basta disfrutar sólo una vez de una visita guiada por esa cavidad, moldeada durante miles de años por el capricho del agua, para comprender que el paraíso también puede estar bajo tierra.
Descubierta en 1967 por el Grupo Espeleológico Provincial, la cueva del barranco del infierno tiene 1,2 kilómetros y se presenta como todo un festival para los sentidos gracias a los destellos que desprenden sus múltiples galerías excavadas en la roca de yeso, una roca cristalina que refleja la luz de los cascos de los visitantes. Las posibilidades de recorridos diversos por el interior de esta cueva -una de las más de 1.000 cavidades que hay excavadas en yeso en este paraje natural- son amplias. Se pueden seguir distintas rutas y ninguna deja indiferente al visitante.
Nada más entrar, una de las primeras sensaciones que asaltan al visitante primerizo es una extraña mezcla entre grandeza y pequeñez. Uno se siente grande porque está penetrando en el interior de la tierra. Es como acercarse a compartir los misterios que se esconden más allá de donde nuestra vista alcanza, como sentirse el moderno protagonista de un libro de Julio Verne. Pero, a la par, ante el despliegue de majestuosidad que revela el paisaje kárstico subterráneo, al hombre, sobre todo si es urbanita militante, no le queda más remedio que asumir la pequeñez de su condición ante tamaño prodigio de la naturaleza. Para adentrarse en esta cueva, de dificultad media, no es necesario ser ducho en la espeleología, ni estar especialmente entrenado físicamente.
Hay que trepar un poco, gatear por algunas zonas y observar unas ciertas normas de prudencia, amén de seguir en todo momento las indicaciones del guía. Pero sólo eso. Sólo eso y mantener abiertos todos los sentidos para disfrutar del espectáculo que se esconde bajo la tierra, una tierra dominada en su superficie por la presencia cercana del desierto almeriense y en su interior por el complejo kárstico más importante del mundo si se atiende a la variedad y calidad de sus cavidades.
Si los sentidos se mantienen despiertos el visitante podrá admirar los más bellos rincones moldeados por el agua, palpar las rocas, sentir la agradable humedad del ambiente y, como el mayor de los premios, escuchar el silencio. Y es que dentro de la cueva no hay trampas: el silencio es absoluto y la oscuridad total.
Siete de las 600 cavidades que hay inventariadas en este paraje natural superan los 1.000 metros de recorrido. Entre ellas destaca la Cueva del Agua que, con sus aproximadamente ocho kilómetros, es la más grande de Andalucía, tanto en yeso como en caliza.
La zona de Covadura también destaca. Y lo mejor es que permite realizar rutas por cuevas muy sencillas que pueden servir para abrir boca a la curiosidad del visitante. Ofrece recorridos sencillos y accesibles para cualquier tipo de persona.
Sólo el pasado año visitaron las cuevas del Karst en yeso de Sorbas unas 25.000 personas. La cifra da idea de cómo se puede conseguir el equilibrio entre el desarrollo de una actividad económica basada en el turismo y la conservación medioambiental. Porque el Karst en yeso de Sorbas sigue siendo un lugar protegido que, a pesar de sus miles de visitantes, siendo un prodigio de la naturaleza aún por descubrir.
Cerca del desierto
- Dónde: El paraje natural del karst en yeso, con una superficie de 2.375 hectáreas, está situado muy cerca del municipio de Sorbas. Para llegar a Sorbas desde Almería una buena opción es coger la carretera nacional que atraviesa el desierto de Tabernas. Dejando el Sorbas a la izquierda, se sigue la carretera y hay que poner atención para encontrar, unos kilómetros más adelante, el cartel que señaliza la entrada al paraje. - Cuándo: Una buena época es el verano porque a la belleza de las cavidades se une la agradable temperatura que hace en el interior y que, en los meses más calurosos, es todo un regalo. El único inconveniente es que el verano es la estación en la que más visitas se registran, por lo que es conveniente concertar la cita llamando a Natur Sport, la empresa encargada de realizar las visitas guiadas al teléfono 950 36 47 04. - Alrededores: Además de visitar el núcleo de población de Sorbas, municipio que aún mantiene viva una larga tradición de talleres alfareros, también se puede realizar un rápido recorrido por el cercano desierto de Tabernas. - Y qué más: Para visitar las cuevas es conveniente ir provisto de ropa y calzado cómodo. Después de practicar un poco de espeleología el estómago se puede premiar con un almuerzo en alguno de los establecimientos que hay en la localidad de Sorbas.
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