¡Que van a ganar!
Ninguno de nosotros creemos ya en las estadísticas, aunque las hay muy inocentes. Cuando se tiene la tranquilidad de no creer en nada se puede elegir mucho mejor entre lo posible. Esta última del CIS, organismo paraestatal que lleva muchos años dejándonos en dudas graves, indica que Aznar sobrepasa a Zapatero en las preferencias, que su manera de gobernar gusta, y que si hoy hubiera elecciones, ganaría el PP. No tengo ninguna necesidad de creérmelo, sobre todo porque el tiempo que falta para las elecciones generales es aún largo. Pero tampoco tengo por qué rechazar que vaya a ser así, y si estuviese en la dirección del PSOE, en lugar de rechazarla y decir que no es verdad, me preocuparía un poco.
En este país hecho por Geppetto con narices de madera que crecen sabemos que la cantidad de mentiras que se expulsan sobre los ciudadanos es cada vez mayor. Es una facultad de este Gobierno, pero puede serlo de otro. Se ha venido a creer, a partir del famoso 'todo vale', que el derecho a mentir es humano, y más si lo humano es político. Cuando se coge al mentiroso, o sea, cuando además es un imbécil que ha creído lo increíble, lo ha divulgado con autoridad y lo ha defendido, para luego defenderlo como una anécdota sin importancia, este bandido goza de la impunidad. No olvidemos que hemos visto indultar a un juez prevaricador cuando sus decisiones falsas beneficiaban a terceros perjudicando al acusado. Lleno de la facultad de no creer, no creo en la estadística del CIS, y menos cuando me dicen que prefieren a Mayor Oreja para sustituir a Aznar: las cifras dicen que después de Aznar viene un vacío, luego otro y otro, y al final está Mayor.
Una vez expresada mi incredulidad, añado que es muy posible que vayan a ganar: hace unos meses creí que sin Aznar no les sería posible, ahora lo empiezo a creer. El problema está en el bipartidismo, primero, que ha ido robando opciones a la pluralidad de pensamiento, y en que el otro partido no está haciendo lo que debe para representar una oposición. Y hay muchas personas que ven por delante siete años de aznarismo, aunque sea sin Aznar, y van acomodando su vida a ello. Claro que el partido necesitaría una revolución interna: pero la palabra revolución le aterra.
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