Gran lección del Deportivo
Comandado por Valerón y Tristán, el cuadro de Irureta da un repaso al Juventus, que se libró de la goleada
El Juventus se fue de Riazor con su prestigio por los suelos, pero con la impagable experiencia de haber recibido toda una lección. Los italianos salieron a hacer de las suyas, con un equipo repleto de defensas y a la espera de que el Deportivo se aburriese para tenderle alguna emboscada cuando menos lo pudiese esperar.
DEPORTIVO 2| JUVENTUS 0
Deportivo: Molina; Scaloni, César (Capdevila, m. 85), Naybet, Romero; Sergio, Mauro Silva; Víctor (Duscher, m. 61), Valerón (Djalminha, m. 69), Fran; y Diego Tristán. Juventus: Buffon; Ferrara, Montero (Davids, m. 46), Iuliano; Birindelli, Maresca (Conte, m. 46), Tacchinardi (Zalayeta, m. 67), Pessotto; Nedved; Trezeguet y Del Piero. Goles: 1-0. M. 8. Víctor recibe un saque de banda en la derecha, centra al punto de penalti donde Diego Tristán, que forcejea con Ferrara, se adelanta al defensa y, en plancha, cabecea hacia un palo y supera a Buffon. 2-0. M. 77. Centro de Sergio desde la banda derecha, Djalminha salta junto a Ferrara y cabecea picado; Buffon toca el balón pero no evita que entre. Árbitro: Ander Frisk (Suecia). Expulsó a Davids (m. 74) por doble amonestación. Mostró tarjeta amarilla a Iuliano y Ferrara. Unos 20.000 espectadores en el estadio de Riazor.
Pero el Depor no consintió ese juego maquiavélico: avasallador desde el principio, el cuadro de Irureta bailó al Juventus, que puede dar gracias a su portero por haberle salvado de una monumental humillación. Fue una noche extraordinaria, otra vez por obra y gracia de esa maravillosa conexión entre Valerón y Tristán, un manantial de fútbol depuradísimo que borró del mapa al Juventus.
O Irureta trató de engañar a los italianos o sus jugadores se dejaron llevar por la excitación de las noches europeas y se saltaron las instrucciones. Sea como fuere, el Deportivo paciente que anunciaba su entrenador en la víspera resultó cualquier cosa menos un equipo especulativo y cauteloso. Todo el pánico que le había sobrevenido en la segunda parte de Turín fue anoche valentía, decisión y talento. El Depor sopló como un ciclón desde el primer minuto,y el Juventus se convirtió en una hoja indefensa a merced de donde la llevase el huracán. Lo asombroso es el que el conjunto de Lippi se fuese al descanso con un solo gol en contra, aunque con la actitud cabizbaja de quien acaba de recibir un repaso en toda regla. El Depor marcó un gol y tuvo ocasiones de todos los colores: cabezazos, tiros lejanos, largos tumultos en el área con varios remates sucesivos y hasta algún mano a mano. Pero Buffon se multiplicó en estiradas, salidas y despejes, y al extraordinario juego del Deportivo le faltó sólo un puntito de precisión en el disparo para dejar el choque cerrado antes del intermedio.
Siempre que se ha visto un gran Deportivo esta temporada, al frente han estado Valerón y Tristán. Y anoche volvió a cumplirse la norma. Es curiosa la hermandad que se ha creado entre estos dos futbolistas, dos caracteres opuestos que, sin embargo, tienen muchas cosas en común: su visión del juego, su ingenio y hasta la intermitencia con que se exhiben. Ambos tienen días adorables y otros en los que dan ganas de estrangularlos. Pero si sus biorritmos coinciden, el rival puede ir sacando la bandera blanca. Tristán ya andaba en boca de media Italia y, desde ayer, ocupará la de la otra media. Más irónico resulta el caso de Valerón. Un centrocampista de su finura y con sus debilidades físicas y de carácter no duraría ni diez minutos en el calcio. Anoche, con todo su talento y un poco más de determinación que de costumbre, se permitió el lujo de torear a todas las aguerridas fieras de la Juve.
Valerón y Tristán, Tristán y Valerón, como dos almas gemelas que se buscaban siempre en el campo, acapararon los focos. Pero el trabajo de los secundarios tampoco desmereció. Fran fue en su día de las estrellas del programa, y los estragos del tiempo le han condenado ahora a papeles secundarios. Anoche evocó sus mejores días: cada centro suyo, un prodigio de precisión, abría una grieta en la atribulada muralla de los italianos, que no daba abasto para contener las fugas. Y en el centro del campo, se reinstauró el reinado imperial de Mauro Silva, un futbolista que parecía declinar inexorablemente y ha vuelto a aparecer cuando se acerca el momento culminante de la temporada.
Hasta el descanso, de boca de la Juve no se oyeron más que un par de balbuceos. Lippi había engrasado el catenaccio y cambió el sistema para jugar con cinco defensas. Gracias a eso, su centro del campo se libró de obreros metalúrgicos para dejar paso a los más respetuosos con el juego: Maresca, Tacchinardi y Nedved. Apenas vieron el balón: Mauro y compañía los estrangularon, y, además, la pelota andaba por parajes muy lejanos, casi siempre rondando al magnífico Buffon. Vista la magnitud de la catástrofe, Lippi rectificó tras al descanso, regresó al 4-4-2 y metió dos gladiadores para el centro del campo, Davids y Conte. El Deportivo, ahora sí, se volvió más paciente y reculó unos metros. Durante un rato, pareció que el resultado podía peligrar. No porque el Juventus empezase de súbito a jugar, sino simplemente porque empujaba algo más y entonces cobraban cuerpo sus posibles amenazas: su oficio para aprovechar cualquier saque sobre el área, la contundencia de Trezeguet, la habilidad de Del Piero ... Pero la amenaza se esfumó en cuanto el irascible Davids colmó la paciencia del árbitro y se fue a la caseta. Entonces regresó la fiesta del Depor, cada vez con más invitados, incluido Djalminha, que salió por Valerón y se erigió en el inverosímil cabeceador del segundo gol. Punto y final para una espléndida lección.
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