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LA CRÓNICA
Columna
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La vida suena como una tómbola

Últimamente los concursantes de Operación Triunfo (OT) actúan en packs de dos en las tarimas de los pueblos. Àlex y Naïm estuvieron el domingo en el envelat de Pineda de Mar, y el viernes, Juan y Geno en el centro comercial Heron City, de Barcelona. A éstos, les fuimos a ver porque en los centros comerciales se está muy bien. Operación Triunfo es ese concurso del que ya habla bien todo el mundo 'porque une a las familias', como si, es un suponer, el sexo en grupo o las deudas no las unieran también. Es muy raro que los que ahora se han puesto a favor del programa digan que les gusta porque tiene 'valores'. Si precisamente lo bonito de OT era su falta de valores: la crueldad al fomentar la selección natural de las especies. Si este sistema eliminatorio se utilizase en los colegios, a algunas no nos habrían ni escolarizado. También es curioso leer cartas al director y artículos de gente que se queja del sistema de votaciones: 'No se puede dejar en manos de los ciudadanos de a pie la decisión final, en lugar de dejar que la tomen expertos del ramo', escriben. Entonces, si los ciudadanos de a pie (qué bonita expresión) no estamos capacitados para votar en un concurso, menos lo estaremos para votar algo más difícil y trascendente como el candidato a unas elecciones. ¿Acaso sabemos más de política que de música? No hay tanta diferencia entre una campaña pro-Chenoa impulsada por el consistorio y una campaña de banderolas pro-Mas, impulsada por la Generalitat. Los que no aceptan la victoria del concursante Bustamante tampoco deberían aceptar la de Pujol. ¡Que vuelva el Despotismo Ilustrado! Dicen también que no es justo que los niños hayan votado una y otra vez por el móvil. Pues sería un buen sistema para terminar con la abstención (con el móvil se podría votar desde la playa) y con la financiación ilegal de los partidos (el coste de llamadas pagaría tu campaña). Estoy segura de que si votaran los menores de edad y tantas veces como quisieran, los resultados no serían tan diferentes. Imma Mayol y Pasqual Maragall serían sus preferidos, igual que en OT eran Àlex y Gisela. En cambio, Pujol (Chenoa) y Ribó (Bustamante) deberían espabilarse para caerles bien. Los adolescentes se inclinarían por Alberto Fernández-Díaz (Bisbal) o Artur Mas (Núria Fergó), y las señoras por Carod Rovira (Manu). Incluso, como cada año, unos pocos pero muy convencidos darían su voto al Partido de las Tradiciones Caza y Pesca (el gran Javián).

El viernes, los melancólicos Juan y Geno salieron al escenario al aire libre -una especie de andamio metalizado- pasadas las siete y media, después de las cheerleaders de los Barcelona Dragons, que bailaron extrañas coreografías. La multitud llenaba hasta las escaleras mecánicas (que estaban detenidas) y las cafeterías de los alrededores. No olviden que las cafeterías de los complejos lúdicos se caracterizan por tener buen café y no tener -en cambio- puertas, así gastan el doble en calefacción y contribuyen con su granito de arena al agujero de la capa de ozono.

Juan y Geno, sin duda, aprendieron en la academia el bello arte del matiz, a interpretar y sentir la canción, sí, pero lo de Heron City no era una gala, era un bolo. Un Josep Maria Flotats en esa misma tarima también habría recitado el 'he mort el llop...' con el tono de un vendedor de muñecas chochonas. Los cómicos de la legua puede que tengan dudas sobre si la vida es una tómbola, pero saben que suena como si lo fuera. Así que, cuando a las ocho Juan cantó su primera canción, sólo entendimos la palabra baby. Los focos eran rosas y naranjas, y por detrás del escenario no paraba de salir humo, efecto que no veíamos desde el programa Aplauso. Luego le tocó a Geno, que tuvo el gesto tierno de sacarse el sombrerito que llevaba y soltar la melena con un estilo muy parecido al de ese anuncio anticaspa de Pastora Vega y Charo López. Cantó Una noche más y el micrófono se acopló por primera vez. Después volvió a salir Juan y se marcó un precioso tema de los suyos, de estética Elton John conoce a José Vélez. Más humo y más acople de micro. Los niños gritaban y los señores en chándal encendían mecheros sin convicción. Los de la Cruz Roja aguardaban los primeros desmayos. Luego le volvió a tocar a Geno con Me acuerdo de ti. Juan preguntó a gritos: '¿Lo estáis pasando bien?'. Lo estábamos pasando fatal, por él, por ese humo que no paraba de salir, y porque pensábamos: 'Tanto estudiar en la academia para esto'. Interpretó esa canción cuya letra dice: 'Mira lo que has hecho que he caído preso / y en un agujero de tu corazón...'. El micro siguió acoplándose. Después de Geno, hubo un dúo final con Mi música es tu voz que les quedó un tanto pobre, acostumbrados como estamos a oír y a ver a todos los concursantes en dulce montón. Ese montón que Sergi Pàmies -nuestro ideólogo también televisivo- comparó con Viva la gente. Al sonar los primeros acordes enlatados, una niña ya se puso a llorar por el efecto Pavlov. Ya saben, el perro de Pavlov cuando llega la hora de comer segrega saliva, aunque la comida (Bisbal, Chenoa, Rosa) no esté allí. Juan y Geno, como suele decirse se entregaron pero el sonido fue la cosa más infame que se le puede hacer a una oreja excepto cocinarla.

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