Gripe
Su tasa de ataque es alta entre los escolares, hunde a los niños en un letargo atónito e instala en sus ojos un velo de humedad y de tristeza, vence a los adultos con la presión de una pesada mano sobre la frente y los atenaza con descargas de dolor que suben de los músculos a la garganta. Dicen que a inicios del siglo XVI el papa Benedicto XIV la atribuyó al influjo de las estrellas y por eso se conoce también como influenza. La gripe es una enfermedad de masas. Llena los hospitales de viejos y de pequeños, atesta las urgencias y modifica durante unos días los sentidos y la percepción de quienes la padecen. Entre los escalofríos de la fiebre, como Schopenhauer, uno ve de repente el mundo tal cual una representación, en clave pesimista, y se pregunta por qué el presidente de la Generalitat abraza niños pobres en lejanos confines de Colombia o El Salvador y no lo hace en su propio país. O por qué el consejero de Sanidad da palmaditas en la espalda a afectados de la hepatitis C o del síndrome Ardystil para no hacerles caso y que tengan que denunciarlo, desde la desesperación de quienes sufren un malestar instalado a cadena perpetua en sus organismos. O por qué los jueces pueden vivir tan panchos mientras enfermos crónicos, contagiados o contaminados esperan una década a que llegue a verse su caso en los tribunales. Nada es más importante que uno mismo, su tos, sus estornudos y su quebrantamiento general, cuando se siente mal y espera agazapado tras los analgésicos a que el ciclo natural del virus le libere de esa invalidez un tanto incómoda para el discurrir de la vida cotidiana. Mientras tanto, todo es relativo: las catástrofes, los acontecimientos deportivos, los compromisos sociales, los libros, las amistades, las tentaciones y las ambiciones. Incluso la capacidad de indignación sufre una crisis. Por ejemplo, el bla-bla-bla que llena los medios de comunicación, la escena de los partidos y las instituciones, se convierte en un zumbido bastante prescindible, como si la política que nos gobierna y que nos adoctrina sólo fuese una mutación más de la gripe que un día pasará.