Larga vida al medio folio
'Severo, cuéntame a Lezama...': así empieza este audaz libro de la poeta y ensayista Ana Nuño sobre Lezama Lima, aparecido en la colección Vidas Literarias, y cuyo propósito no es la biografía ni el ensayo académicos sobre un autor determinado y su obra, sino su recreación literaria, personal, a cargo de otro escritor. La idea de dicha colección se ha traducido ya en varios títulos, como, entre otros, Calderón de la Barca, de Eugenio Trías o Emilia Pardo Bazán, de Cristina Fernández Cubas. En el presente caso, Ana Nuño -y por eso he empezado hablando de audacia- lleva a cabo su propósito (poner en pie la figura y la obra del poeta cubano José Lezama Lima) a través de un diálogo imaginario con Severo Sarduy, otro grande de las letras cubanas, ya desaparecido, estudioso e impulsor de la obra de Lezama. Me adelanto a decir que Ana Nuño sale airosa de su osado planteamiento. No era fácil construir una figura humana, un personaje de carne y hueso -¡y en Lezama había mucha humanidad, además de mucha carne y mucho hueso!-, dar las claves de una vida que, oficialmente, se resumen en medio folio, dado que, salvo dos viajes a México y a Jamaica, no se movió de La Habana, y desentrañar los entresijos de una obra poética, ensayística y narrativa que no sólo revolucionó las letras cubanas, sino que enriqueció la poesía en lengua castellana. Aunque, en este aspecto, permítaseme señalar una diferencia que nos resulta altamente desfavorable: pese al impacto que, en la generación que en España empezaba a escribir y a publicar en el decenio de los sesenta, causó la obra de Lezama, ha pasado a ser un escritor de renombre histórico al que nadie lee.
JOSÉ LEZAMA LIMA
Ana Nuño Omega. Barcelona, 2001 537 páginas. 29,99 euros
Hay que insistir en la sorprendente pericia de Ana Nuño para darnos todo lo que da de Lezama a través de estos diálogos con Severo Sarduy. Un artificio el hecho de recurrir al diálogo socrático con un escritor desaparecido, en el que entra a tumba abierta, con humor y una escritura suelta y culta a la vez, que le sirve tanto para dar al lector los datos indispensables sobre la biografía de un hombre genial como para introducirnos en su ambiente familiar y resucitar la veneración por el padre muerto cuando el poeta tenía nueve años, y la mitificación de la figura materna, ambos de importancia capital en su poesía y, por supuesto, en Paradiso, como fuente no sólo de la herencia de un pasado histórico y cultural, mítico, sino de la toma de posesión de un habla popular esencial para la elaboración de un lenguaje del que, gracias justamente a sus raíces criollas, consigue desarqueologizar su pasión gongorina. Todo Lezama aparece en esta fantasmagórica conversación entre la autora y Sarduy, sostenida a lo largo de varios encuentros nocturnos en distintas brasseries parisienses, que rememoran los que, hace años, tenían lugar en la realidad, en una época en que Sarduy y Ana Nuño vivían en París: el asma, que el poeta padecía de nacimiento, y su relación con su escritura (según su hermana Eloísa, Lezama 'gusta de cultivar la tesis de que el asma había influido directamente en su obra, su estilo'); su oculta homosexualidad; su afán por renovar el panorama cultural cubano a través de la creación de revistas hoy legendarias (sobre todo, Orígenes, 1944-1957, que logró fusionar literatura y artes plásticas, y aunar lo cubano con lo universal); el erotismo lezamiano ('en Lezama, el erotismo no es solamente lo que solemos asociar a este vocablo, sino sobre todo, el Eros de lo que se nos quiere escapar. Toda una teoría de lo que él llamaba 'el Eros de la lejanía', el Eros de la absoluta lejanía, donde se confunden lo real y lo irreal en ideal lontananza'); la desbordante sensualidad (el lector de Paradiso recordará sin duda, como se rememora en este libro, las comilonas orquestadas por el abuelo José Cemí); el confinamiento al que lo redujo el castrismo y la manipulación que, una vez muerto Lezama, la Cuba oficial ha hecho de su figura y de su obra. Sin embargo, quizá uno de los mayores méritos de este libro es haber conseguido apasionar al lector con cuestiones como la naturaleza de la imagen en la obra de Lezama, la creación de una tradición propiamente cubana, la verdadera naturaleza del llamado barroco lezamiano. El tono de celebración de estos encuentros fantasmagóricos contagia al lector. Un libro excelente, que es también homenaje al escritor cubano: Severo Sarduy.
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