'El capital siempre determina a las bienales'
Richard Grayson, director de la Bienal de Sydney que se celebrará entre el 15 de mayo y el 14 de julio próximos, es el primer artista que ocupa dicho puesto en sus 28 años de existencia. Cita modesta, comparada con las otras grandes bienales del mundo del arte, pero que actúa como epicentro del arte contemporáneo no sólo de la isla-continente, sino de buena parte de los países asiáticos. Grayson (Morecambe, Reino Unido, 1958) vive en Australia donde ha sido director del Experimental Art Foundation de 1991 a 1998. El título de la Bienal de Sydney 2002 es (El mundo puede ser) Fantástico, un canto de optimismo en torno a la creatividad que parece contrastar con la actitud a veces crítica de este comisario y artista.
'Muchos comisarios de exposiciones trabajan exclusivamente con grupos selectos de artistas; 'sus' artistas'
PREGUNTA. ¿Cómo describiría usted la coexistencia entre el arte contemporáneo y el arte aborigen en Australia?
RESPUESTA. Desde luego se trata de una relación de coexistencia, y evoluciona continuamente; cada día que pasa se hace más compleja. El arte aborigen es prácticamente contemporáneo; sus distintas manifestaciones -dot art, x-ray art, etcétera- datan sólo de principios o mediados de los años setenta, y en ese tiempo se ha desarrollado y ha evolucionado a toda máquina. Es como si en Australia se hubiese comprimido el tiempo y el arte aborigen hubiera necesitado sólo la cuarta parte de él para vivir todos los cambios que ha experimentado el arte moderno occidental desde el cubismo. Así pues, como parte de los años setenta, quizá sea incluso más 'moderno' que las prácticas artísticas contemporáneas de Australia, que como mínimo datan de 1930. Por otra parte, el mundo del arte contemporáneo australiano no aborigen siempre ha estado en la brecha con vistas a representar y apoyar las iniciativas del arte aborigen. Y al mismo tiempo, sin embargo, muchas de sus manifestaciones y cualidades contrastan con otras prácticas artísticas australianas contemporáneas que son internacionalistas y están muy influidas por las tendencias de todo el mundo, entablando el mismo tipo de diálogos que uno puede encontrar en España, Italia, Francia o Estados Unidos. En resumen, la situación no es tan distinta de lo que ocurre en cualquier parte dentro del mundo del arte contemporáneo.
P. Usted vino el año pasado a Arco junto con otros comisarios internacionales. Tengo entendido que se mostró bastante escéptico respecto a la proyección del papel del comisario; al parecer, dijo que opera con vistas a círculos muy reducidos. ¿Podría aclarar esto?
R. No estoy muy seguro de qué entenderá usted por 'proyección', pero si se refiere a que estuve completamente en desacuerdo con muchas de las afirmaciones que oí formular en Arco a comisarios, directores y conservadores sobre las bienales y demás eventos artísticos, en el sentido de que operan como una suerte de 'espacios utópicos', de algún modo aislados de -y opuestos a- las fuerzas del mercado y la globalización, tiene toda la razón respecto a mi escepticismo. Como otros grandes proyectos artísticos, las bienales no se limitan al arte, sino que son fruto de una compleja red de imperativos relacionados con el reconocimiento y la ubicación de una ciudad y/o una cultura. Siempre están determinadas por el capital. Celebrar muestras de arte contemporáneo es un método excelente para parecer 'sofisticados', para dar la sensación de formar parte de un 'moderno' entramado internacional (y, por tanto, resultar deseables para la inversión interior o continuada). No es mi intención hacer aquí un análisis de altos vuelos, pero me parece que estas cosas son verdades manifiestas. Con eso no quiero decir que en las bienales y otras muestras artísticas no se encuentren cosas interesantes y valiosas, incluso fascinantes, sino que el hecho de negar que haya en juego otras fuerzas e intereses me parece de miopes y muy contraproducente. Por otro lado, los fenómenos de este tipo tienden a homogeneizarse. Lo habitual es que el ayuntamiento de turno (o cualquier entidad cuasicorporativa) que financie la bienal sepa poco sobre 'arte', así que contrata a expertos de fuera. La situación actual es que se contrata cíclicamente a un grupo muy reducido de comisarios para que organicen las distintas muestras artísticas -actualmente se están celebrando unas sesenta, frente a las cuatro o cinco de hace un cuarto de siglo-, y asimismo hay muchos artistas que también hacen el mismo recorrido; de hecho, muchos comisarios de exposiciones trabajan exclusivamente con grupos selectos de artistas; 'sus' artistas. En cualquier exposición -la mía incluida- se tiende a manejar la misma lista de nombres; los que 'cantan' siempre son los de los artistas locales. Ocurre que tienden a permanecer donde están, sin aparecer más veces. Están ahí para denotar la relevancia local, pero sólo ocasionalmente se integran en el circuito internacional.
P. Al parecer, en la bienal que está usted preparando priman la imaginación y la inventiva. ¿Se echa de menos eso mismo en la escena artística en general?
R. Por supuesto que siempre hay inventiva e imaginación en juego, pero lo que estoy haciendo es centrarme en artistas que aplican estas cualidades de un modo muy concreto; me refiero a los que se valen de ficciones, veladuras, hipótesis, representaciones y cualquier elemento perteneciente al ámbito de lo 'fantástico' para confeccionar su obra. Obviamente esto resulta un poco más limitado, pero creo que hay varias razones para que resulte interesante: primera, el colapso de determinadas economías, que ha eliminado la posibilidad de hacer 'realidad' las propuestas alternativas. Sin tales proyectos (con independencia de lo que uno piense de ellos), cualquier 'alternativa' no pasa de ser una simple fantasía o alucinación. Segunda, la aparente hegemonía del 'sentido común' asociado al 'racionalismo económico' -capitalismo tardío, básicamente-, que ha contribuido a lograr que este espacio resulte fascinante por ser uno de los pocos donde podemos pensar 'fuera de la ley', frente a dicho 'sentido común'; donde el acto de imaginar o crear se carga de unas posibilidades... sin trabas. La tercera y última razón es el efecto de las nuevas tecnologías, que está derribando las barreras entre lo 'real' y lo ficticio, entre lo concreto y lo velado, donde las normas son las metamorfosis súbitas: mi dinero se transforma en una serie de impulsos electrónicos a partir de un simple trozo de plástico y en la red puedo ser el que yo quiera ser. Sí; quería centrarme en artistas cuyas prácticas estuviesen explorando todo este potencial.
Traducción de Pablo Ripollés Arenas.
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