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LA CRISIS EN EL SCH LLEGA A SU FIN

El ingeniero banquero

Corcóstegui, uno de los impulsores de la fusión, deja el grupo

El de 1994, un año en el que no corrían buenos tiempos para la banca, fue el del despegue de este joven bilbaíno de 42 años llamado Ángel Corcóstegui Guraya. Recluido en el BBV a la sombra de Emilio Ybarra, su nombre fue consensuado entre el Banco de España y José María Amusátegui para pilotar la nave del Banco Central Hispano, que se encontraba a la deriva por la mala digestión de la fusión de estas dos entidades. Corcóstegui, fogueado en las batallas entre los directivos del Bilbao y Vizcaya, logró enderezarla mientras, cosas del destino, Alfredo Sáenz (su sustituto en el SCH) hacía lo propio con Banesto, intervenido por la autoridad monetaria a finales de 1993.

El banquero fortaleció el prestigio que arrastraba desde los tiempos en que era el más joven de los cachorros de Pedro Toledo en el Banco de Vizcaya (los otros dos eran el propio Sáenz y Francisco Luzón, otro de los hombres fuertes del actual SCH). El BCH salió del agujero tras varios ejercicios de penalidades. El remate fue la fusión con el Santander, negociada en un tiempo récord en la Navidad de 1998 y en la que Corcóstegui tuvo un papel impulsor preponderante.

Tres años después de aquella operación que dio lugar al primer banco español, Corcóstegui deja la entidad. Han sido unos años duros, de luchas internas por el poder, que estallaron por la parte más débil del 'acorazado', como gusta decir a Botín. Amusátegui dejó el banco en agosto, luego lo hicieron varios consejeros en enero y ahora ha sido Corcóstegui. Del antiguo BCH sólo queda una reducida representación que ha asumido las directrices del patrón.

Corcóstegui se va tras 'ocho años sin parar' y 'con la fusión hecha'. Su adicción al trabajo es muy similar a la de Botín. Acostumbra a comer en el banco, casi siempre un lenguado a la plancha. Las pocas veces que ha podido, este ingeniero de caminos que se metió a banquero se escapa a su refugio cántabro. Se va con las alabanzas que, en tres ocasiones y en menos de 15 días, le propinó Botín. Pero el encaje entre ellos ha fallado en algo.

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