Siete pulmones, una sola vida
Aquí no vale aquello de que basta que uno se muera para que se hable bien de él. Porque nadie que haya pasado un solo minuto de su vida junto a Ramón puede hablar mal de un tipo fabuloso. Que pregunten a quienes le rodearon, en casa, en el vestuario, donde sea. Que pregunten. Recordar a Ramón y decir que siempre se mueren los buenos no es un tópico. Se ha ido un fuera de serie, con quien coincidí 11 años en el Madrid. Se me agolpan las imágenes, las escenas, las anécdotas. Siete Ligas ganamos juntos. Y una Copa de Europa. Él tenía entonces 22 años. Y nada le asustaba. Valiente, castizo, madrileño y madridista hasta la médula, fue capaz de irse al Atlético para ayudarle, para que se salvara del descenso. Vaya si le ayudó. Volvió al Madrid y le dieron una camiseta en cuya espalda figuraba grabado el número 9. Palabras mayores. Era el número del monstruo, de Alfredo, de Di Stéfano. El número del mejor futbolista que había pisado la tierra. ¿Quién se atreve a llevarlo? ¿Quién inicia su carrera con semejante peso encima? Ramón. E hizo honor a la leyenda de ese 9. Qué bárbaro. En aquel equipo había gente rematadora, gente habilidosa, gente técnicamente perfecta y gente que regateaba, incluso demasiado. Y entre todos ellos, aquí y allá, en una banda, en la otra, en defensa, en ataque, Ramón. Un todoterreno. Nadie podía hacer lo que hacía él. Le llamaban el siete pulmones. Siete pulmones pero una sola vida. Qué lástima. Se ha ido un animador de gentes, el jugador que entraba al vestuario, veía un gesto de tristeza, y gritaba: 'Esto lo sacamos adelante, no está perdido. Pero ¿qué coño pasa aquí?'. Llegó Santillana y Ramón le dejó el legendario 9 bañado en oro. Abandonó el fútbol activo pero el Madrid le buscó un hueco como técnico. Luego llegaron entrenadores que traían a los suyos y pasó a un segundo plano. En los últimos años la enfermedad le dejó herido. Nos veíamos de tarde en tarde y ahí estaba él, con su sonrisa eterna y sus chascarrillos. Ahora no siento más que un profundo dolor por la muerte de un futbolista enorme y de un magnífico ser humano que tenía mucha vida por delante para disfrutar de sus hijos, de sus nietos, de los suyos, del Madrid. Todos nos tenemos que morir, pero algunos menos que otros. Un abrazo, amigo.
Amancio Amaro ha sido jugador y técnico del Real Madrid, y es responsable del Centenario.
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