Contra la muerte de la luz
Lo bonito del teatro, desde que se clasifica en público, privado, privado pero con vocación pública y alternativo, es que cada cual puede decir la suya, con más o menos dificultades de acceso al circuito de exhibición, de manera que hay como una especialización espontánea que contribuye a mantener a cada uno en su lugar, salvo algunos espectaculares saltos en el vacío escénico. La Carnicería Teatro se ha especializado en el dolor de la experiencia humana, de manera que busca con lupa asuntos y pretextos que le permitan reproducir sobre los escenarios su exultante y exaltada experiencia del dolor ajeno.
En After Sun se remite Rodrigo García al mito de Faetón, en la versión latina de Ovidio, que jugueteó conduciendo a Febo y abrasando el continente africano (por donde el mito explica la negritud mayoritaria entre los habitantes de ese continente), para domesticarlo y dirigir las inconveniencias de esa actitud hacia algunas de las realidades del mundo actual. Lo hace con una carga teatral específica y muy notable, heredera lejana de la pasión de Grotowsky por el trabajo corporal del actor y de la de Artaud por la crueldad escénica, en una línea de creación donde el cuerpo del actante no es ajeno a lo que profiere su voz y con una clara intención de que lo que allí sucede sea irrepetible, y también, a ser posible, irreversible. Teatro de la ceremonia, tal vez profético en un desierto humillado por los rallys patrocinados por hamburgueserías. Hay que verlo porque clama y proclama los poderes del teatro. La pasión avala el resultado.
After Sun
De Rodrigo García, por La Carnicería Teatro. Intérpretes, Patricia Lamas, Juan Loriente. Iluminación, Carlos Marquerie. Espacio escénico y dirección, Rodrigo García. Sala Moratín. Valencia.
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