Atlético en estado puro
Los rojiblancos ganan en el último minuto después de complicarse su partido más cómodo
Después de tenerlo todo a favor, de verse de frente ante el partido más cómodo de la temporada, al Atlético le tocó sufrir. Tanto que sólo agarró la victoria contra el Salamanca cuando el último gramo de arena del reloj estaba a punto de caer. Fue una volea desesperada de Aguilera con la pierna izquierda, a la salida de un rechace de uno de los múltiples centros que Stankovic colgó sobre el área en el asedio final, la que rompió la incertidumbre, el suspense del que gratuitamente se vio cargado el encuentro. Porque el viento soplaba a favor del Atlético, pero, fiel a su rasgo más genuino, se vio metido en un aprieto inexplicable.
Después de una media hora espesa, aunque de dominio, al Atlético se le abrió el cielo tras una maniobra de Fernando Torres que generó como ganancias un penalti y la expulsión del portero rival, Tom. El chaval, pletórico de velocidad, cambio de ritmo y veneno toda la tarde, mandó al palo la pena. Pero el Salamanca quedó tocado.
ATLÉTICO 2| SALAMANCA 1
Atlético: Burgos, Armando, Santi, García Calvo, Carreras (A. López, m. 53); Aguilera, Nagore, Movilla, Dani (Stankovic, m. 57); Correa (Alonso, m. 47) y Fernando Torres. Salamanca: Tom; Chupri, Juanpa, Redero, Ismael; Marinescu (Pepe Domingo, m. 46), Mario (Zegarra, m. 90), Pedro, Tomás; Nan Rivera (Balbuena, p. s., m. 30) y Makukula. Goles: 1-0. M. 39. Nagore, pica sobre la salida de Balbuena tras un pase de Torres. 1-1. M. 60: Makulula, desde el área pequeña. 2-1. M. 90. Aguilera, de volea. Árbitro: Moreno. Expulsó a Tom (m. 29) por derribar a Torres. Amarilla a Pedro, Balbuena, Aguilera y Dani. 40.000 personas en el Calderón. Torres mandó un penalti al palo (m. 29). Luis Aragonés, sancionado, vio el partido desde la escaleras de vestuarios.
Si antes ya se había presentado como un conjunto blando, en inferioridad numérica sólo le faltó alzar la bandera blanca. No se encerró, vale. Pero tiró la línea defensiva muy adelante, juntándola con una presión de mantequilla. Así que para Movilla, tan castigado en las últimas citas por la falta de espacios y de segundos para pensar, el centro del campo fue un balneario. Todo el Atlético jugó cómodo. Con sus limitaciones técnicas, pero cómodo. Con García Calvo sobrándose atrás, Nagore haciendo de Schuster en los pases largos, muchas facilidades para entrar por banda y un puñado de ocasiones. Sólo una, una incursión de Nagore, fue gol, pero el Atlético vivía feliz, seguro de su victoria. Y no tanto por su propio poder, sino por la debilidad del rival.
Pero de pronto, a la hora de juego, García Calvo se sobró tanto que regaló el balón y el despeje posterior de Antonio López se le quedó muerto a Makukula en el área pequeña: gol. Llegaron los sudores, el soplido de corneta, el acoso a la desesperada. La grada se unió a la reconquista y el Atlético tiró con todo. Con mucha fe, buscando y buscando, sin mucho éxito. Hasta que en el último minuto, cuando el empate ya se asumía como autocastigo, Aguilera alcanzó un rechace -solo en el corazón del área, eso sí- y conectó una volea con mucho sabor a Primera.
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