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LA COLUMNA | NACIONAL
Columna
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Sentido de la realidad

PUEDEN SER todo lo mediocres que se quiera y puede su líder llevarse la palma de la mediocridad -como se repite hoy en tertulias y mítines socialistas-, pero el caso es que les ganaron las elecciones dos veces consecutivas, la segunda por mayoría absoluta, y hoy estarían en condiciones de barrerles si, por desventura para ellos, se adelantara la convocatoria. Pueden haberse ido hace un par de semanas de vacaciones a celebrar su congreso y haber vuelto tan satisfechos como distanciados de los problemas de los ciudadanos, como se afirma en la insólita resolución política del último comité federal del PSOE, pero el caso es que la mayoría de esos ciudadanos piensa que los socialistas no lo harían mejor que el PP en ninguna -ninguna- de las políticas posibles (Belén Barreiro, Instituto Juan March, WP 2001/171). Pueden ser ineficaces, insolidarios, intolerantes, culpables del incremento de la criminalidad y de la inseguridad ambiental, arrogantes y corruptos, pero sacan más de cinco puntos a quienes de ellos tienen y pregonan tan impresentable imagen.

Algo ocurre entonces, algo que puede ser fatal para las perspectivas de futuro del PSOE: su juicio sobre el Gobierno y el partido que lo sustenta va en contra de lo que piensa la mayoría de la gente. Esta distancia remite a una percepción de la realidad que acabará por producir entre los destinatarios de sus mensajes un encogimiento de hombros: te oigo como quien oye llover. Pues la reiteración de juicios como que el Gobierno se ha revelado en los últimos tiempos ineficaz en la gestión, insolidario en sus políticas, intolerante en sus formas, muestra cierta incapacidad para formular críticas concretas de políticas concretas sobre las que pudieran aportarse soluciones concretas. ¿Sabe alguien qué van a hacer los socialistas con los impuestos, con los inmigrantes, con la representación política en las Cajas de Ahorro, con los municipios y las naciones, con el poder judicial, con el agua?

Hasta ahora, lo que sabíamos sobre éstas y otras cuestiones era que la política del PSOE consistía en proponer pactos de Estado, o sea, que defendía políticas similares a las del PP, o las buscaba. Y como la pertinencia de tanto pacto de Estado se ha diluido, tras obtener en ocasiones resultados tan brillantes como la vergonzosa conducta del Consejo General del Poder Judicial, cuyas votaciones se pueden predecir por adelantado, parece que los socialistas no tuvieran nada más que añadir excepto poner verdes a sus adversarios como si la crítica política consistiera en dar énfasis a frases vacías: acusar, por ejemplo, al PP de ensañarse con la familia con el falaz argumento de que las parejas españolas no tienen hijos porque no les llega el sueldo a fin de mes.

Que esto sea así sólo puede llevar a una conclusión: retóricas aparte, las políticas que desarrolla el PP son, más o menos, las que desarrollaría el PSOE si las tornas se volviesen y el PSOE fuera poder y el PP oposición. El problema hoy es que la izquierda no parece estar en condiciones de formular, con rigor y claridad, políticas alternativas sobre cuestiones de interés general. De eso no ha tenido la culpa la caída del muro de Berlín; de eso, lo que ha tenido la culpa es que la derecha se ha desplazado de lugar y ha ocupado sin resistencia el espacio que el PSOE, a comienzos de los años ochenta, le arrebató a UCD. Y como el PP domina hoy hacia su izquierda el espacio que el PSOE controlaba antaño hacia su derecha, los socialistas no tienen nada mejor que hacer que mostrar lo muy irritados que se sienten por el latrocinio de que han sido víctimas, ya sea en lo relativo al pacto municipal, ya a la fatigante monserga del patriotismo constitucional.

La cuestión es que ese espacio no se recupera porque se anuncie en negritas el benéfico propósito de emprender políticas más solidarias y humanas, gestión más eficaz, formas más tolerantes. Todo eso es bla, bla, bla para ciudadanos descreídos, como son en general los que pululan por el centro de la plaza pública, esa mayoría que los socialistas perciben hoy distanciada del PP. A ésos lo que les importa es que el partido por el que van a votar formule unas políticas claras sobre cinco o seis -tal vez uno más en España por aquello del encaje de los nacionalismos- asuntos y disponga de una organización suficientemente sólida para llevarlas a la práctica. Y en una cosa como en otra, la situación no parece haber cambiado nada desde el año 2000 a esta parte.

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