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Columna
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Renacimiento

Las técnicas de regresión están de moda, me refiero a eso de sumergirse en el pasado para conocer tus vidas anteriores y saber lo que fuiste, para así tener pistas de lo que te ocurre ahora. Las terapias de renacimiento tampoco hay que desecharlas, porque te hacen volver a nacer mediante un rito parturiento para evitar los traumas o los errores cometidos en la primera ocasión. En ambos casos se trata de mejorar el presente, ya sea mediante el consuelo de mejores vidas anteriores o bien comenzando de nuevo para anular un mal parto. Pues bien, desde hace días vengo sospechando que el gobierno actual intenta aplicar alguno de estos procedimientos para aumentar la felicidad de los españoles.

La cosa empezó con la nueva ley de universidades, implantada de golpe y mal presentada, provocando así huelgas y manifestaciones de estudiantes. Hacía tiempo que no veíamos tal espectáculo, de forma que los ya maduros nos pusimos tiernos recordando los viejos tiempos. Algunos comentaristas llegaron a ilusionarse con la nueva juventud, injustamente denigrada por la litrona y el botellón, y hasta hubo algunos que no pudieron impedir dos grandes lagrimones nostálgicos resbalando por sus mejillas. El gobierno nos hacía regresar con la sutileza de un experimentado terapeuta a principios de los años setenta.

Pero la cosa no quedó ahí. Pocos días después nos sorprenden desempolvando la reválida. Se produce entonces una gran catarsis, como era de esperar, y la memoria se desborda ahogándonos en recuerdos. Escritores, tertulianos, periodistas y todo el que tiene ocasión de opinar cuenta sus experiencias de bachillerato, las buenas y las malas, los éxitos y los fracasos, junto con los pequeños resentimientos y las grandes amistades de una época ya pasada. Ahora el gobierno consigue que regresemos a principios de los años sesenta.

Sin darnos tiempo a reaccionar, embargados por tantas emociones confusas, inician entonces un bombardeo continuo de impertinencias políticas que intentamos superar con humor para impedir que la irritación nos domine. Trocóniz quiere penalizar a las mujeres por vivir más tiempo, Zaplana tiene un gran éxito al no conseguir lo que pretendía, Pilar del Castillo recupera la vieja teoría de que las huelgas estudiantiles las hacen los más torpes, aunque no llega a completar la faena mencionando a los 'agentes infiltrados extranjeros'. La consecuencia es inevitable, los españoles recurrimos de nuevo a los viejos chistes políticos. Regresamos ya a finales de los años cincuenta.

Para mí está claro. Cansados de intentar una regeneración política, aburridos de tanta refundación innecesaria, el gobierno intenta aplicarnos una terapia de renacimiento, la escenificación completa del segundo nacimiento. Hasta se nota en las frases que emplea cuando añora, por ejemplo, una segunda descentralización. Regresar a los inicios para comenzar de nuevo y mejorar el parto.

Cuando termine la legislatura y el líder se vaya por voluntad propia o divina, que en este caso es lo mismo, ya me imagino la imagen del telediario, con un portavoz desmelenado y lloroso, anunciando que nos ha dejado. Y de nuevo los actos solemnes, otro Suárez, la peluca de Carrillo. ¡Que horror! ¡Que fatiga produce el renacimiento!

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