La trufa y Rossini

Como todo gran manjar, la trufa también ha contado con verdaderos fanáticos de ella, nombres propios como el del genial compositor Rossini, que perdió la cabeza por lo que él llamó 'el Mozart de los hongos'. Según una anécdota, de dudosa veracidad, el maestro de Pésaro confesó que sólo había llorado tres veces en su vida: con motivo del fracaso de su primera ópera, cuando oyó tocar por primera vez a Paganini y, por último, cuando en una excursión en barca se le cayó al agua un pavo relleno de trufas.

Cuando el músico tenía poco más de veinte años escribía a una amante suya refiriéndose a la trufa en un tono de encendida complicidad no sólo por sus virtudes gastronómicas 'sino por el poder afrodisíaco del tubérculo de Venus'. Para Rossini en la perla negra se funden el eros y el gastros y si en los años de juventud y virilidad prepara para los goces de Venus, en los años de vejez, compensa y consuela de su decadencia. Rossini escribe en 1840 lo siguiente: 'La trufa me robustece y dignifica; ahora comprendo [lo dice dirigiéndose a la trufa] porque tienes tanta fama para que te llamen el transmisor sentimental. ¡Qué puedas seguir siéndolo todavía por mil años!'.

Las encendidas palabras expresadas en enero 1843 ratifican esta condición cuando escribía a quien le suministraba este hongo maravilloso: 'Mi complaciente amigo: terminarás abrasándome con tus trufas, cuantos pecados he cometido por tu culpa'.