Picasso, "un genio sin corazón"
La nieta del artista desvela en un libro el lado inhumano de su abuelo
¿Cómo definiría a su abuelo? 'No puedo decir un genio sin corazón, pero es lo que me sale'. Marina Picasso, nieta del autor del Guernica, sonríe y mantiene la mirada serena. 'En el genio está la desproporción. Y mi abuelo estaba desproporcionado en todo. Si se cuenta el número de obras que pintó a lo largo de su vida, tuvo que pintar varias por día desde el mismo momento de su nacimiento. Su producción es impresionante. No hay duda de que era un gran trabajador. Quizás tenía un don, pero si ahora pudiera darle un consejo le diría que hiciera ejercicio físico para ver si se le agrandaba un poco el corazón'.
Marina Picasso (Cannes, 1950) necesitó psicoanalizarse para sobrevivir al 'virus Picasso' que infectó a su familia, destruyéndola, escribe, a base de 'promesas no cumplidas, abuso de poder, mortificaciones, desprecio y, sobre todo, incomunicación'. Lo explica ahora en el libro Picasso, mi abuelo (Plaza y Janés en castellano y Proa en catalán), que acaba de publicarse en España tras haber superado los 50.000 ejemplares vendidos en Francia. Es un libro doloroso, en el que cuenta sus experiencias frustrantes con un abuelo que la ignoró a ella y a su hermano hasta el punto de que jamás les retrató ni en un simple dibujo. Hija de Paulo -primogénito de Picasso y de su primera mujer, la bailarina rusa Olga Kokhlova- y de Emilienne Lotte, el de sus padres fue un matrimonio que duró poco y en el que ambos cónyuges, reconoce Marina, no estuvieron a la altura de sus responsabilidades. Pero la experiencia más traumática que tuvo que superar fue el suicidio de su hermano Pablo a los 24 años, pocos días después de la muerte del genio, del que su última mujer, Jacqueline, no le dejó despedirse. Fue una muerte horrible. Se tragó un saquito de lejía y estuvo varios meses entre la vida y la muerte.
'Mi abuelo utilizaba a la familia y a las mujeres más como objetos que como seres humanos'
'La última época fue muy dura. Después de la muerte de mi abuelo, en las primeras reuniones de los herederos de Picasso, Jacqueline no acudió porque tenía miedo de mi reacción', comenta Marina Picasso. 'Cuando finalmente vino, yo no le dije nada. ¿Para qué? Había perdido a mi abuelo, a mi padre [que murió dos años después de Picasso a causa de un cáncer] y a mi hermano. No tenía nada que decirle'. Jacqueline se suicidó en 1986 de un tiro en la sién. Algunos años antes, en 1977, también se había suicidado otra de las amantes y musas de Picasso, Marie-Thérèse Walter. Ninguna de las dos pudo soportar, al parecer, una vida sin Picasso.
'No sé si mi abuelo era misógino, pero está claro que tenía una relación destructiva y perversa con las mujeres', afirma Marina Picasso, que extiende en parte esta afirmación a su relación con la familia. 'Utilizaba a la familia y las mujeres más como materiales u objetos que como seres humanos completos'. Y era una utilización, a tenor de lo que explica en el libro, en la que él aportaba poco más que su penetrante mirada. 'No diré que era un tacaño, tal vez con otras personas era generoso, pero de nosotros no se preocupaba y nos veía más como una obligación', comenta. En el libro ha escrito que su abuelo no quiso pagarle una carrera universitaria y les pasaba con cuentagotas una pensión que su padre, Paulo, le mendigaba en las visitas que realizaba acompañado de Marina y Pablito. Esto cuando había suerte y 'el sol', como le llamaba Jacqueline, se dignaba en recibirles, pues a veces les dejaba en la puerta. Pero las penurias económicas son lo de menos, afirma. 'Lo que me hacía sufrir era la relación afectiva y la humillación. Fuimos excluidos de su obra, y eso dolía porque si no estabas en su arte no existías para él'.
Ahora, Marina Picasso es una mujer serena y aparentemente segura de sí misma, que ha superado sus crisis de angustia y ha conseguido reconciliarse si no con su abuelo, al menos con su historia. Recibió una cuarta parte de la herencia del pintor, se ha convertido en una gran coleccionista -'ya superé la repulsa que tenía hacía el arte'- y realiza numerosas obras sociales, entre ellas un pequeño pueblo para huérfanos en Vietnam. Con el resto de la familia Picasso no tiene relación y tampoco quiso formar parte de la Administración Picasso, que gestiona los derechos de explotación del nombre y la obra del artista. 'No entré porque cuando pido algo no me escuchan. Por ejemplo, me opuse a que se pusiera el nombre de Picasso a un coche. No quiero implicarme en esta historia de convertir a mi abuelo en una marca de ceniceros y camisetas. Creo que sólo somos herederos de su obra, nada más'.
Pese a guardar tan malos recuerdos de su abuelo, le considera un genio. Máximo respeto por el artista, escasa piedad por el hombre. 'El arte no justifica nada'.
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