Las dimensiones de la crisis
¿Cuándo se inició la crisis en que estabamos sumidos los socialistas vascos?. Caben muchas respuestas pero, en cualquier caso, conviene rectificar a quienes desde dentro del propio partido, interesadamente, sitúan el comienzo de la crisis en la dimisión de Nicolás Redondo. Y conviene rectificar también a quienes, desde fuera, la simplifican hasta formular que toda la crisis se resume en disyuntivas: Nicolás sí o Nicolás no, acercamiento al PP o acercamiento al PNV, los que luchan por la paz y la libertad o los que no lo hacen. Estas posturas contienen grandes dosis de perversión.
Comenzaré por rectificar a los segundos, a quienes amparados por el poder de divulgación de los medios de comunicación han de-satado una campaña de apoyo al Secretario General dimitido (hecho legítimo), sirviéndose para ello de otra vergonzosa campaña paralela que pretende cercenar y arruinar la credibilidad de todos los socialistas, a los que considera culpables de la decisión de Nicolás. En ningún momento se han parado a reflexionar que la dimisión, como cualquier decisión tomada unilateralmente, obedece a la voluntad personal e intransferible de quien la toma. Por tanto, cualquier comparación con 'jabalíes acosados' o con 'cacerías de conejos' es gratuita en su esencia aunque interesada en sus consecuencias. El interés perseguido ha quedado nítidamente claro con diversas declaraciones procaces de personajes del PP y miembros del Gobierno español encabezados por Aznar. Por una parte, el PP muestra su faceta más ruin, y de paso dirige toda su artillería contra la dirección del PSOE, intentando culpabilizar a Zapatero del desaguisado.
Los que pedimos una revisión del socialismo, estamos obligados a fomentar la discusión
Para profundizar en la solución de la crisis desatada, es preciso definirla sin simplificaciones. Es muy cierto que la dimisión inesperada de Nicolás Redondo desató una marabunta de interpretaciones y reacciones, la mayoría de ellas orquestadas, que han convertido en crisis lo que estaba llamado a ser un profundo debate en el seno de una Conferencia Política que el propio Nicolás se había comprometido a impulsar. Ahora, resulta evidente que la militancia socialista vasca está en otra coyuntura, en la que tiene que compaginar con mimo la discusión del proyecto ideológico, táctico y estratégico con la elección de la nueva Dirección que resulte más creíble a todos los vascos. Si todos los controvertidos documentos elaborados para ser debatidos en la Conferencia quedaron en agua de borrajas cuando fue anunciada la dimisión, para el Congreso Extraordinario ya hay un nuevo documento que se parece a algunas de las tesis sostenidas por el dimitido como un huevo a una castaña.
La apertura del actual documento, aún escasa, contrasta con la cerrazón inmóvil de algunas viejas tesis, aunque muchas ideas se repitan en ambos. ¿Podía ser de otro modo?. Cabe que los militantes socialistas discutamos matices de más o menos envergadura, pero el PSE-EE es uno en lo esencial, con unos principios básicos que son compartidos desde el Secretario General al último militante. Haremos muy mal si, acrecentando las desavenencias damos pábulo a los enemigos que nos alientan a la división. Nuestro terreno de juego es amplio, como corresponde a una formación de izquierdas, pero en modo alguno las líneas que sólo deben servir para reglamentar nuestro juego deben ser convertidas en barreras que nos dividan.
Es preciso discutir. Y mucho. Porque la crisis actual deviene de varios hechos fundamentales a los que, tal vez, no hayamos dado respuesta debidamente: la deriva soberanista del PNV que le llevó al Pacto de Lizarra, el acoso terrorista, la estrategia electoral de la mano del PP y de Mayor Oreja, los imprevistos resultados obtenidos en las Elecciones Autonómicas del 13 de Mayo, el comportamiento altivo y cicatero de Ibarretxe y la posición intransigente de Aznar y su Gobierno. La crisis, por tanto, es muy antigua y el debate de los socialistas vascos siempre ha sido pospuesto a la espera de 'tiempos mejores'. No sabemos si el tiempo actual es mejor que cualquier otro, pero el debate se ha convertido en inevitable después de la dimisión de Nicolás Redondo. Más aún, el debate va a ser muy útil toda vez que el propio Nicolás ha anunciado, con acierto, que no va a presentarse a la reelección. Por eso, quienes hemos venido pidiendo una revisión del socialismo vasco en todos los aspectos, estamos obligados a fomentar esa discusión y propiciar un cambio en profundidad, -en el fondo, en la forma, en la táctica y en la estrategia-, asumiendo que el socialismo nuevo debe mostrar un rostro amable y que inspire confianza a los ciudadanos vascos que desean soluciones para sus problemas y no enquistamientos en posiciones numantinas.
Hay que reivindicar, ¡cómo no!, un socialismo ético, a pesar de que la unión de ambos conceptos suponga una redundancia: el socialismo, o es ético o no es socialismo. Y hay que reivindicar un socialismo estético que no necesite encastillarse en sus posiciones para mostrarse útil a la ciudadanía. Ha de ser un socialismo capacitado para convertir en personas a los hombres y mujeres, y para convertir en ciudadanos a todas las personas. Ha de ser un socialismo que no eluda ni uno sólo de los problemas o asuntos que conciernen a todos los aspectos de la vida de los vascos. Ha de ser un socialismo construido por socialistas que vivan en las calles, que lloren y sufran en las calles, que rían y procuren su felicidad, solidariamente, en las calles. Ha de ser un socialismo arraigado en los principios y enraizado en la tierra y las gentes que viven en ella. Ha de ser un socialismo que impulse los sueños de todos y convierta la palabra 'utopía' en un bello horizonte que todos estemos dispuetos a alcanzar. Ha de ser un socialismo útil.
¿Alguien cree que pueden estar tras estos anhelos los que han puesto el grito en el cielo tras la dimisión de Redondo, desde las filas y ámbitos de influencia del PP?
Josu Montalbán es portavoz del PSE en las Juntas Generales de Vizcaya.
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