_
_
_
_
Reportaje:

Historias del 'corralito'

Los argentinos se han visto obligados a alterar su vida cotidiana y a aprender miles de trucos para recuperar sus ahorros

El volcán argentino está latente después de varias semanas de intensa erupción. La atención informativa sobre lo que ocurre en este país incomprensible ha disminuido momentáneamente, pero la pesadilla que viven sus habitantes es interminable. El corralito ha roto hábitos de comportamiento. El dinero en efectivo escasea y quienes tenían ahorros o deudas se devanan los sesos para recuperar sus depósitos bloqueados en los bancos. Por primera vez desde el estallido de la crisis, los argentinos fueron convocados anoche a un cacerolazo en todo el país, que el Gobierno del peronista Eduardo Duhalde intentó desactivar sembrando el miedo entre la población. El centro de Buenos Aires y las principales ciudades fueron tomados por fuerzas policiales.

Hasta los delincuentes tendrán que modificar sus hábitos y cambiar la forma de asaltar

Los empleados de banca viven un auténtico calvario para explicar a una clientela angustiada las consecuencias del corralito. Su trabajo consiste en buena medida en escuchar quejas y lamentos. La autoridad bancaria modifica una y otra vez las disposiciones. Comprender los efectos de la pesificación de las deudas al tipo de cambio de 1 por 1, el estado de las deudas en dólares no pesificadas o de las deudas no bancarias o de las excepciones al corralito requiere un cursillo acelerado y mucha paciencia. Algunos se lo toman con buen humor, como la familia Wakstein, que acudió a su banco para reclamar por enésima vez los fondos de su plazo fijo. Recibió la respuesta de siempre: el dinero está en el corralito. Pero esta vez Marcelo, acompañado de su esposa y sus dos hijos con indumentaria de playa, se instaló en la sucursal bancaria con sillas plegables, esterillas, pelota, termo y mate, y desplegó una pancarta: 'Este banco se quedó con el futuro de mis hijos. Devuélvanselo'.

La pérdida de confianza en las instituciones y en el propio país es enorme. Sálvese quien pueda parece la conclusión de muchos. Como la de aquella mujer coreana que fue detenida en el aeropuerto de Ezeiza por la Policía Aeronáutica cuando intentaba subir a un avión de Air Canada con destino a Brasil y con un inofensivo osito de peluche que ocultaba en su interior 70.000 dólares (78.563 euros). Las restricciones en vigor prohíben sacar del país más de 10.000 dólares en efectivo.

La falta de liquidez agudiza el ingenio, y el casino recibe hoy visitas insospechadas de aquellos que buscan dinero en efectivo. Llegan supuestos jugadores que compran mil fichas de un peso con tarjeta de crédito. Después de un buen ejercicio de simulación, vuelven a la caja para canjear las fichas que dicen haber ganado. De este modo consiguen mil pesos.

Otros recurren al empeño de sus pertenencias más valiosas. Así lo indica el aumento de operaciones de la cartera encargada de los empeños del Banco de la Ciudad de Buenos Aires. Joyas, cuadros, jarrones, vajillas e incluso electrodomésticos son el aval para obtener dinero en efectivo.

Las ventas han caído en picado, y de ello dan buena cuenta los supermercados, cuyos responsables explican que los clientes buscan y buscan los mejores precios y las ofertas del día antes de empezar a llenar sus carritos. La gente compra lo justo y lo más barato. Muchos comercios todavía no han recibido la máquina de tarjeta de débito porque, al parecer, hay una larga lista de espera por exceso de demanda. La cadena de pagos está rota en muchos sectores -los cheques rechazados ascienden a 431 millones-, lo que genera inconvenientes con la reposición de mercadería en los comercios. Hay restaurantes con problemas de abastecimiento que se traducen en la eliminación de ciertos platos de la carta. Cada día es más difícil conseguir prensa extranjera en Buenos Aires, porque la organización que distribuye los diarios británicos y estadounidenses no puede girar divisas al exterior. Como consecuencia, dos líneas aéreas que vuelan a Buenos Aires han dejado de traer ejemplares.

En el sector de la vivienda, el 60% de los porteños no paga gastos inmobiliarios, lo que impide el pago de servicios, impuestos y sueldos de los encargados de los edificios. Muchas administradoras de consorcios tienen fondos de reserva para las situaciones de emergencia que han quedado atrapados en el corralito.

Hasta los delincuentes tendrán que modificar sus hábitos y olvidarse del típico asalto en un taxi, con la connivencia del conductor, en el que el pasajero debía entregar su tarjeta de crédito, que era vaciada hasta el límite de 700 o 1.000 pesos. Las restricciones del corralito sólo permiten extraer 300 pesos a la semana.

En el campo hay problemas para cobrar y pagar. No hay precio para el trigo. Estancieros con grandes propiedades y numerosas cabezas de ganado tienen problemas para pagar a los peones.

En las ciudades han vuelto las pintadas, después del auge de los años ochenta y su virtual desaparición en los noventa. Ahora ni los muros de los edificios históricos se salvan de la 'bronca' generalizada, que se expresa en pintadas anónimas de todos los tonos. 'Ya dejamos el chupete, ahora que nos quiten el corralito', podía leerse en un muro del Cabildo de Buenos Aires.

La otra conclusión recuerda aquella gran pintada que apareció un día de los setenta en el aeropuerto de Montevideo: 'El último, que apague la luz'. Las colas frente a los consulados van en aumento. Ya no son sólo los descendientes de españoles e italianos. Recientemente, un buen contingente de judíos emigró a Israel. Ahora son los de origen polaco los que acuden al consulado, porque ven el país de sus ancestros, con el que probablemente nunca soñaron, como la puerta a Europa cuando Polonia ingrese en la UE.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_