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Crítica:TEATRO | LA DAMA BOBA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Catedrático divino

La chica es bonita pero bestia. Ignorante, descuidada, iletrada. Pero se transforma por el 'catedrático divino', que dice Lope: el amor. Se vuelve prudente y letrada. No tan inocente era el poeta como para dejar en el aire esta tontería: ella misma inventa una explicación airosa y viva, y es que como la mujer sabe desde el vientre de su madre que lo que quieren los padres es un varón, comienza a fingir ya: y finge para siempre. Esta boba fingida tiene una hermana sabia, pero con menos dote: también explica de sobra el comediógrafo que los enamorados prefieren a la tonta con dinero que la lista con poco. La hermana bruta y luego visitada por la divina sabiduría tiene en escena el suficiente atractivo como para unirlo a los teóricos doblones.

La dama boba

De Lope de Vega. Versión de Juan Mayorga. Intérpretes: José Luis Santos, Fernando Aguado, José Luis Gago, Jordi Dauder, Sergio de Frutos, Isabel Ordaz, Eva Trancón, Maruchi León, José Segura, Pilar Gómez, José Luis Patiño, F. Sendino, G. Garbisu, Jorge Basanta. Escenografía: José Tomé y Susana de Uña. Vestuario: Rosa García de Andújar. Dirección: Helena Pimenta. Teatro de la Comedia.

Mil veces vista -y otras tantas obras de tantos López acerca de mujeres sabias y mujeres bestias-, lo que ofrece esta dirección de Helena Pimenta es una nueva brevedad (una hora cincuenta minutos) ganada no sólo con cortes, sino también con velocidad de movimiento; una caracterización que puede estar en la década de los veinte, como si pronto fuera a llegar la república; un escenario muy simple que es como un burladero de plaza de toros que se mueve cuando conviene para aplicarse al decorado verbal -la descripción de dónde se está según dice el verso- y una interpretación sencilla con más tendencia a lo cómico que a la moderada comedia.

No sé si son formas superfluas de marcar diferencia con otras versiones o si obedecen a alguna dramaturgia misteriosa; si hacían falta, si no hacían ninguna y si tampoco la hacía representar una vez más esta obra. En todo caso, es el lenguaje de Lope de Vega lo que más se aprecia, y hasta sus ripios suenan con gracia y agrado. Y me pareció, al día siguiente del estreno, que gustaba suficientemente a todos los espectadores que llenaban prácticamente el teatro.

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