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Desde el Pacífico
Columna
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Silicon Valley: El otro lado de la guerra

ALARMADOS EN LOS DÍAS SIGUIENTES al 11 de septiembre, los hombres de negocios de Silicon Valley no tardaron en reencontrar el optimismo. Al producirse en medio de una larga crisis, los ataques presagiaban lo peor. Pero la situación cambió, pues todo parece indicar que el uso intensivo de la informática explica la entrada victoriosa de EE UU en Afganistán y el hecho de que nadie se atreve a disputarle su rol de primera potencia.

En un artículo publicado el 7 de enero en el Wall Street Journal, Loren Thompson, consultor del Pentágono y profesor en la Universidad de Georgetown en cuestiones de seguridad, considera que entre las lecciones que se desprenden de las operaciones 'la revolución en asuntos militares es real. Los líderes militares han predicho durante años que la tecnología informática producirá grandes réditos en la capacidad de pelear guerras. Enduring Freedom demuestra que tenían razón'.

Los líderes militares han predicho durante años que la tecnología informática producirá grandes réditos en la capacidad bélica
Los organismos encargados de la seguridad se apoyan cada vez más en el sector privado e invierten millones de dólares en empresas prometedoras

Las bombas inteligentes tienen algo que ver: en 1944 hicieron falta 835 vuelos de bombarderos para destruir el 4% de una fábrica japonesa de motores de avión, que hoy en día sería destruida con la salida de un solo avión.

Pero esto ni siquiera es lo esencial. 'Un aspecto crítico de esta revolución militar es la guerra centrada en las redes', añade Thompson. 'Requiere una comunicación continua y de alta velocidad entre todos los elementos de un cuerpo de batalla, de manera que la información pueda ser compartida de manera instantánea'. Silicon Valley copia perfectamente. Testimonio de ello, la mayor parte de las empresas involucradas se encuentran en una situación mucho mejor que antes del 11 de septiembre.

Las acciones de Cepheid, especialista en la detección de amenazas biológicas, como las de Drexler, que desarrollan carnets de identidad 'multibiométricos' (biometría: reconocimiento de las personas a partir de características físicas), valen a principios de enero el doble que en agosto pasado.

Todos intentan dar con una aplicación que pueda interesar a las autoridades. Siebel, una de las compañías más importantes de programas informáticos para empresas, ofreció un sistema para que las distintas agencias gubernamentales coordinen sus investigaciones criminales. Oracle predica a favor de la adopción de un carnet de identidad nacional que utilizaría sus bases de datos.

Una conferencia sobre 'Tecnología y seguridad de la patria' fue organizada en San Francisco a mediados de diciembre. Su objetivo era 'mostrar las tecnologías, los productos y las compañías que combaten el terrorismo', y no dejaba de subrayar que 'pocas regiones están tan preparadas como Silicon Valley para enfrentar los nuevos retos al comercio y la seguridad nacional en este país'.

El punto sobresaliente de la conferencia fue la presentación de un verdadero Ranger (soldado), con fusil debidamente descargado pero equipado con una auténtica red de comunicación local inalámbrica, que permite comunicarse con sus compañeros en el terreno y con sus superiores, donde sea que se encuentren. Entre los gadgets reunidos en el 'Land Warrior System' se encontraba una cámara para utilizar el fusil como un telescopio, sin exponer el cuerpo, una pantalla para ver el resultado obtenido, cuyas imágenes pueden ser retransmitidas, y un sistema de posicionamiento GPS.

Este desfile de moda sui generis no es sino la manifestación más curiosa de un fenómeno de considerable importancia: los organismos encargados de la seguridad se apoyan cada vez más en el sector privado e invierten decenas de millones de dólares en las empresas más prometedoras.

In-Q-Tel, la empresa de capital de riesgo lanzada por la CIA, ha recibido ofertas de más de 400 empresas y estudia 60 de ellas de cerca. El Pentágono ha obtenido 12.000 respuestas a sus recientes convocatorias de licitación. Los hombres de negocios de Silicon Valley nunca han estado tan pendientes de los encantos de las agencias federales.

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