Nazis
En las memorias de Albert Speer reeditadas por El Acantilado se puede seguir día a día y desde dentro la actividad del Tercer Reich. Entre las muchas enseñanzas que ofrece el texto, una muy singular es la rapidez con la que Speer se percata de que las nuevas técnicas iban a permitir a un puñado de siniestros criminales (entre los que se incluye) controlar, dominar y finalmente destruir a la nación más disciplinada, culta y poderosa de Europa. Podría parecer que aquellas fueron 'cosas de nazis', o un ataque de locura colectiva, pero sería una conclusión exculpatoria. En realidad, no estamos tan lejos de aquellos bárbaros. Los medios técnicos para controlar y dominar a los ciudadanos no han hecho sino crecer hasta extremos colosales. En 1947, cuando Speer fue condenado a 20 años de prisión, la red técnica de dominio era todavía tosca, incompleta y poco eficaz. La actual red es mucho más competente. Y ya no está en manos del Estado, sino de temibles particulares.
Si Argentina ha llegado al estadio final de una destrucción que comenzó con el delirante gobierno de la viuda de Perón y su brujo, es gracias al dominio ejercido desde hace décadas por un puñado de delincuentes que tiene seducido al país con una foto de Evita. Pero lo mismo sucede en Italia, uno de los países más ricos y civilizados del mundo, cautivo de una banda de cleptómanos que controla la casi totalidad de los medios audiovisuales.
Las tramas económicas del sindicato de políticos, las redes mafiosas de los padres de la patria, el club de los jueces prevaricadores, el clientelismo feudal, tinglados como Gescartera, o entes del trabuco como Endesa o Telefónica, son los más peligrosos enemigos de la ciudadanía. Sin embargo, el discurso político dominante en este país desde hace 20 años en todos los medios de comunicación es una disputa metafísica sobre identidades y diferencias, quizás con el propósito de dormir al personal mientras le vacían los bolsillos y el coco.
No estamos tan lejos de los nazis, ni los ciudadanos alemanes eran tan chiflados o malvados. Somos la misma masa de carne y sangre seducida y estafada con cuatro fotos. Aunque es cierto que hemos mejorado el revelado.
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