_
_
_
_
Crítica:TEATRO | 'LA PRUEBA'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una comedia intrascendente

Es una comedia inútil: incluso un poco tonta. Puede que esto no sea malo; yo mismo pasé su par de horas sin aburrirme mucho, quizá interesado en descubrir qué podía encerrar aquel juego, o cuál podía ser la humanidad de los personajes de papel, pero a la buena carne de los intérpretes. Alentado, sobre todo, porque esta obra de un escritor muy joven, adiestrado hasta ahora en grupos independientes universitarios, había podido ganar con ella el Premio Pulitzer, y cómo ha sido el éxito de esta temporada en un Broadway oscurecido por su tragedia neoyorquina. No encuentro la prueba de este enigma. En la comedia no hay nada.

O sea: un matemático genial que cae en la locura, sus papeles póstumos; un discípulo que encuentra entre ellos la prueba de algo que se buscaba desde hacía siglos y a quien le dicen que no la escribió el genio, sino su hija de veinticinco años, con la que el joven matemático se acuesta muy placenteramente, según dicen los dos, pero que no cree que el cuaderno trascendente lo haya escrito ella. Podría ser fácilmente discernible con un examen de letra, o se podría mantener la duda si estuviera escrito con ordenador, pero es mejor dejar el cabo suelto. La niña se enfada, la hermana de la niña se la quiere llevar hacia un psiquiatra de Nueva York porque parece mas fácil creer en la herencia de la locura (que no es tan fácil) que en la del talento; hasta que todo se aclara, y chica y chico vuelven a su sexo.

La prueba

The proof, de David Auburn (Premio Pulitzer, 2000), en versión de Juan José Arteche. Intérpretes: Cayetana Guillén Cuervo, Santiago Ramos, Miguel Hermoso, Chusa Barbero. Escenografía: Ana Garay. Vestuario: José María García Montes. Dirección: Jaime Chávarri. Teatro Marquina. Madrid.

¿Significa algo todo esto? Quizá un ensayo más sobre la locura y el genio. Pero no. Podría descubrirse un fondo amargo de sociedad que niega valores y sobre cierta decepción de la mujer como matemática -algo se habla de eso-; tampoco.

El diálogo es largo, pero además es continuamente hostil: desde que aparece Cayetana Guillén Cuervo es ya un personaje negativo, contrariante, antipático: carga con él y lo salva por sí misma. Luego son todos así: se oponen por bobadas, tratan de que el otro haga lo que no quiere hacer. Pero eso no parece más que un recurso del autor para buscar choques de pasiones o de opiniones para animar un diálogo que no las alberga. Todo, al final, no es más que eso: la chica ha hecho un descubrimiento matemático, nadie se lo cree, pero se prueba que es de ella. ¿Y qué? La comedia intrascendente sale adelante: nadie sabe cómo. La maldad propia del crítico dramático, afilada en tantas noches de decepción y en tanta convivencia inútil, tiende a culpar al versionista, al director y a los actores. No puede. El texto es correcto, los actores son más que 'pacientes y entusiastas', como dice su director, y éste tiene la finura necesaria y la calidad artística conocida para hacer lo posible por aproximarles a figuras humanas.

Vi la comedia un sábado por la tarde. Tuve la impresión de que el público, sin dejar de agradecer justamente el trabajo que se hacía para él, se quedaba un poco dudoso acerca de dónde estaba la tontería y si había comprendido bien la nada o se le había escapado el meollo. Que es lo que quizá me haya pasado a mí.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_