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DON DE GENTES
Columna
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La madre de la novia

Elvira Lindo

'CAYETANO TIENE gastroenteritis', me dijo Bicoca por teléfono el día después de Reyes. A todo esto, debía ser la una de la madrugada cuando llamó. Mi santo y yo estábamos estudiando la posibilidad de regalarnos una tele Bang & Olufsen de cara a nuestros próximos cumpleaños, que son en este mes (aviso). Mi santo decía que a cuento de qué gastarnos un huevo de la cara para acabar viendo a Lequio y a Coto Matamoros todavía más grandes, con más precisión visual y más definición de sonido. Yo intentaba pintarle un futuro hipercultural, los dos sin salir de casa, con nuestras zapatillas de borla, nada más que viendo documentales sobre la segunda guerra mundial en Documanía, apareamientos de elefantes en La 2 (molan) y la tetralogía de El Anillo del Nibelungo, que se la han traído los Reyes (sin mi consentimiento) y que, según sus propias palabras: 'dura quince horas escasas'. !La tetralogía! Cada vez que oigo esa palabra, cargo mi revólver.

Y fue en ese momento cuando Bicoca, al otro lado del hilo telefónico dijo aquello de: 'Cayetano tiene gastroenteritis'. Me pasó a buscar en su flamante Saab y nos vimos obligadas a llegar a la Clínica Los Madrazo con las ventanillas bajadas, no porque fuéramos sacando un pañuelo blanco en señal de alarma, sino porque Cayetano, el pobre, se iba aliviando a cada momento. Cuando bajamos del coche, Bicoca tiró, sin piedad, las toallas de Sibylla llenas de cacota de Cayetano a la papelera, y yo me quedé un poquillo detrás, rezagada, porque a mí, concretamente Sibylla-Hogar, me encanta, pero, ya con medio brazo dentro del contenedor, me pareció que ya se me había pasado la edad de andar por las basuras y me contuve. Estuvimos un buen rato en la sala de espera de Los Madrazo, había un montón de mascotas aquejadas por el mal de Cayetano. Una gata persa, dos yorkies, un chau-chau, todos empachados. No tengo palabras para definir el olor (no poseo el arte de Josep Pla). Cayetano, el bulldog de Bicoca, se quejaba cada vez que le sobrevenía un retortijón: 'Pobre mío, no sé qué se habrá tragado, mira que se hartó de langostinos en Nochevieja, que se los comía hasta con cabeza, y en Año Nuevo de roast beef y tan pancho, y ahora sin venir a qué...'. Bicoca parecía a punto de echarse a llorar porque quiere a su Cayetano tanto (o más) que la Duquesa de Alba quiere al suyo. Yo prefería que Cayetano estuviera malo, porque cuando está bueno Cayetano se te tira a la pierna y te quiere poseer sexualmente mientras jadea como si fuera un cerdo.

Cuando nos acostumbramos al olor, nos pusimos de charla con los otros papás de la sala de espera. Se habló de temas candentes, siempre un poco relacionados, claro, con el entorno animal. Bicoca dijo que, a su entender, la noticia más emotiva de las Navidades había sido la de la muerte del perro de Clinton. Todos habíamos visto el entrañable recuerdo que el Telediario le dedicó al viejo amigo del ex presidente: imágenes del alegre perdiguero tirando a Bill al suelo, imágenes de Bill tirándole la pelota. Sin duda, aquel noble animal le ayudó a superar los malos momentos Lewinsky, dijo Bicoca. Y yo pensé que puede que hasta estuviera presente en los buenos momentos Lewinsky. También pensé en lo que haría Cayetano, un suponer, con una pierna de la Lewinsky (es que ya eran las dos de la mañana y se me estaba empezando a ir la olla). Por animar un poco el coloquio, se me ocurrió decir: 'Es la demostración máxima del Imperialismo: nuestros informativos le dedican más tiempo a la muerte del perro de un ex presidente de EE UU que la CNN, no ya al cocker de Aznar, sino al propio Aznar en persona'.

A Bicoca esa intervención no le gustó. Me dijo bajito, como con cierto tono recriminatorio: 'Te estás saliendo del tema. Aquí sólo se trataba de destacar el enfoque humano'. Así pues, seguimos con el tema humano: los informativos nos habían dado el disgustillo del fallecimiento del perro de Bill, pero también nos habían compensado cuando sacaron a nuestra primera dama, en la primera edición del Telediario, vestida de esquiadora y mostrando una sonrisa de oreja a oreja al ser preguntada por la boda de su hija. No todo van a ser penas, los directores de los telediarios se ponen en nuestro lugar. Bicoca nos reprodujo las palabras de Ana: 'Estoy como estaría cualquier madre en mi situación'. Cuando Bicoca imita a la Botella está que se sale. En ese momento le tocó el turno a Cayetano y, como cualquier madre en su situación, Bicoca lo tomó en brazos: 'Podría haberlo traído la muchacha pero no me fío, chica; creo que, cuando yo no estoy en casa, le pega'; 'pues pon un sistema de vídeovigilancia, como hacen en EE UU con las babysitters', sugerí; 'no te creas, ya lo he pensado'.

Tuve que sujetar a Cayetano mientras el veterinario le ponía una inyección, porque Bicoca, con los ojos tapados, decía: 'Esto me mata'. De pronto, Cayetano, jadeó y, ante nuestros ojos alucinados, expulsó (imagínense por dónde) un pequeño objeto envuelto en plástico. El veterinario lo cogió con las pinzas y lo puso bajo el grifo. 'La sorpresa del roscón', dijo Bicoca llevándose las manos a la boca como si se muriera de ilusión, 'ay, Cayetano, mira que eres lechuzón'. Dentro de la bolsa había dos letras doradas: 'PP'. Bicoca nos miró y nos dijo: 'Es que en la pastelería te dejan que las sorpresas sean personalizadas'. De vuelta a casa, Bicoca calificó el momento como de supersimbólico.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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