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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cosoberanía razonable

La cosoberanía como salida al contencioso sobre Gibraltar, que ya va para los tres siglos, es una idea que ronda en Madrid y Londres incluso desde antes de que la pusiera formalmente sobre la mesa en 1997 el entonces ministro español de Asuntos Exteriores, Abel Matutes, para recibir el silencio como respuesta. Resurge de nuevo, y si España la proponía un lustro atrás para 50 años -tras los cuales la colonia revertiría a soberanía española-, ahora, por evidente inspiración británica, se baraja un plazo 'indefinido', lo que no significa 'para siempre', pues España no va a renunciar a su reivindicación histórica. En cualquier caso, si se opta por una fase transitoria para el cambio de estatuto de la colonia, su plazo de vigencia va a ser el centro de gravedad de una negociación en la que el Gobierno español quiere, como es lógico, reservarse sus mejores cartas para jugarlas al final.

No parece haber nada formal aún sobre la mesa, sino conversaciones exploratorias que habrían de desembocar en un acuerdo antes del verano. Probablemente se puedan idear otras fórmulas, pero ésta es una vía que puede aunar los intereses españoles y los deseos de los gibraltareños, que han de ser tenidos en cuenta, porque así lo exige su Constitución, reconocida por Londres. Un plazo 'indefinido' puede ser más aceptable para los llanitos y rompería la situación al abrir la soberanía del Peñón por primera vez a España. La cosoberanía es una fórmula que se ha empleado otras veces en la historia, pero los casos más recientes -como el de Andorra hasta su independencia o el de la isla de Abu Musa entre Irán y los Emiratos Árabes Unidos- no servirán para el Peñón. De seguirse esta vía, habrá que inventar una forma de cosoberanía que podría adoptarse con un nuevo tratado que reemplazase al de Utrecht de 1713. El contexto es completamente diferente, al ser aliados en la OTAN y pertenecer España y el Reino Unido a una Unión Europea cuyo funcionamiento ganaría si se resolviera esta disputa.

Lo importante es que las conversaciones avancen y lleguen a un resultado razonable para todos, incluidos los gibraltareños, que han de percatarse de que la elección está entre esa salida y un statu quo insostenible en el mundo actual. Con todas las cautelas, es deseable que sigan avanzando. Incluso si los llanitos tumban el acuerdo, se habrá puesto una pica en Gibraltar.

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