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PERSONAJES

Un 'pájaro' sin anorexia

El alemán Sven Hannawald supera la enfermedad y gana por primera vez en todas las pruebas del torneo de los 4 Trampolines

Sven Hannawald se convirtió ayer en un héroe en Alemania y en todos los países que también tienen sus ídolos en los deportes invernales. El saltador con esquíes germano alcanzó muchas hazañas en una sola al ganar la prueba de Bischofshofen (Austria). No sólo se convirtió en el primero de la historia que vence en todas las pruebas del tradicional torneo de los Cuatro Trampolines al llegar a su 50ª edición. Antes, se había impuesto en las alemanas de Oberstdorf, el 30 de diciembre, y de Garmisch, la clásica del día 1, así como en la austriaca de Innsbruck el pasado viernes. Hannawald, con tal exhibición a un mes de los Juegos Olímpicos de Salt Lake City (Estados Unidos), que comienzan el 8 de febrero, daba una enorme sorpresa pues rompía el dominio abrumador que mantenía desde la pasada temporada del polaco Adam Malysz, el indiscutible favorito. El saltador del bigotito había ganado seis de las nueve pruebas de la Copa del Mundo actual, en la que doblaba en puntos a Hannawald.

Pero Hanni, como se le conoce, tenía un reto personal que iba a poder con todo. A sus 27 años ha vencido en su batalla más importante. No sólo se ha ganado el corazón de los aficionados de su país, que hasta ahora se decantaban por el más laureado Martin Schmitt, doble campeón mundial, sino que los ha cautivado con su triunfo sobre la anorexia.

Hanni protagonizó en 1999 un gran escándalo. Nativo de Erlabrunn, en la desaparecida República Democrática Alemana, era de los nuevos alemanes que se incorporaban al país unido desde el desamparo y el misterio de un deporte que había hecho trampas con las drogas. A los 10 años de la caída del Muro, con la historia ya escrita, lamentaciones y juicios casi simbólicos que ya no pueden cambiar nada, añadió una vuelta de tuerca más. Ya estaba en la cumbre, pero con más medallas importantes con el equipo alemán y quería ganarlas individuales, ser el mejor. Unas fotos en traje de baño le presentaron con una delgadez tremenda. Incluso aparecieron otras en las que una nadadora de élite, Kerstin Kielgass, se divertía contádole las costillas. No tuvo más remedio que admitir su enfermedad. Quería mantenerse el mayor tiempo posible en el aire para volar más distancia, lo que le había llevado casi a no comer. Y todo venía de muy atrás. En 1995 los técnicos le amenazaron con expulsarle del equipo nacional si no comía correctamente. Medía 1,84 metros y apenas llegaba a los 60 kilos. Hoy pesa 65. Su madre reconoció que comía, pero no lo suficiente para un joven y atleta como él. Hasta la Federación Internacional (FIS), ya consciente de que los saltadores intentan pesar lo menos posible, y que querrían tener los huesos huecos, como los pájaros, tomó cartas en el asunto [Malysz mide 1,69 metros y pesa 54 kilos, por ejemplo, y Schmitt, 1,81 y 64, pero hay incluso un suizo, Simon Amann, de 16 años, con apenas 1,55 y 42]. La FIS decidió limitar las medidas de los esquíes para evitar que los saltadores planearan más y dio más importancia al momento de la salida del trampolín, a fin de que el impulso necesitara de mayor potencia muscular, de fuerza.

Hanni supo reaccionar y se ha reconvertido. Comió mejor, trabajó la musculación y le ha dado resultado Ayer, tras un primer vuelo de 139 metros ya estaba en cabeza de los 30 participantes que pasaron al segundo intento. Por eso saltó el último y se fue hasta 131,5. No fue un vuelo bueno técnicamente, se desequilibró y falló algo en el aterrizaje. Pero ya daba igual. La distancia, tercera de todos las conseguidas en los segundos saltos, compensaba sobradamente la puntuación para ganar ante el finlandés Matti Hautamaeki (tal vez la siguiente estrella), y el más veterano austriaco Martin Höllwarth.

Hanni, tras sus saltos, es mucho más expresivo que otros saltadores y aparte de los gestos habituales con los brazos puede quedarse sentado junto a la grada (mostrando la publicidad de su marca de tablas, naturalmente), o lanzarse en plancha sobre la nieve al estilo futbolista, como hizo ayer. Con fuerza, claro. Estaba más que justificado.

Hannawald muestra su alegría tras su primer salto de ayer.
Hannawald muestra su alegría tras su primer salto de ayer.REUTERS

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