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Columna
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Calendario

El amigo Rafael Azcona me ha mandado, como felicitación de Navidad, el Calendario Zaragozano, fundado en 1840 por Don Mariano Castillo y Ocsiero. El sumario para este año 2002 viene en su cubierta color mostaza e incluye un juicio universal meteorológico, los pronósticos del tiempo para los doce meses venideros, el santoral completo, las ferias de España y algunos refranes. Los pronósticos de este calendario son invariables desde su fundación, hace siglo y medio: nunca han fallado ni fallarán mientras Dios gobierne el sol y apaciente las nubes con el mismo látigo. Don Mariano Castillo nos anuncia para este año mucho frío en enero; heladas en febrero; tiempo variable con algunos vendavales en marzo; un clima primaveral en abril y mayo; un calor que se iniciará en junio y llegará a ser sofocante en julio y cuyo rigor se acentuará hasta la mitad de agosto; algunas tormentas en septiembre; temporal de lluvias en noviembre y las primeras nieves y escarchas para diciembre. La meteorología cristalizada del Calendario Zaragozano se superpone a su vez a un santoral igualmente petrificado. Los santos caen como frutas maduras desde los altares el día señalado y sus martirios, éxtasis y agonías también son perennes. Sin temor a errar demasiado esta rueda dentada e inalterable del Calendario Zaragozano puede aplicarse también a las tempestades y bonanzas del corazón humano, a las cosechas de crímenes solares, a los placeres, desgracias e ignominias de las gentes. A lo largo del año 2002 habrá días en que uno se sentirá feliz sin saber por qué y ese estado de ánimo no será distinto de la lluvia dulce y oblicua que cae sobre el sembrado; luego llegará la ansiedad al diafragma, que tal vez coincida con el oscuro viento del sur. Se sucederán muertes, amores, heroísmos y asesinatos que vistos de cerca se asemejarán a convulsiones meteóricas de la vida, aunque nunca dejarán de estar sometidas al rigor metodológico de Don Mariano Castillo y Ocsiero, pastor imperturbable de isobaras. Pero si hasta ahora el firmamento y el santoral parecían tan inmutables como la España cutre de la pesetas, de pronto, después de siglo y medio de tanta firmeza, por primera vez en el Calendario Zaragozano se ha producido una gran novedad. En su cubierta viene el precio de dos formas, 150 pesetas y también 0,90 euros. Puede que con ello el tiempo siga igual, mas nuestra alma ha cambiado para 1.000 años.

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