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COYUNTURA INTERNACIONAL
Columna
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Más Europa significará más euro

España asume la presidencia de la Unión Europea durante el primer semestre de 2002. Lo hace en un momento significativo para la construcción europea, dada la trascendencia, más psicológica que económica, que tiene el éxito del canje físico del euro. Es éste, además, un periodo complejo desde una doble perspectiva: por un lado, la económica, con los países europeos inmersos en una dinámica de desaceleración y con un contexto internacional caracterizado por la incertidumbre; por otro, la política, puesto que a las elecciones de Portugal y Francia se añade la presión que genera el periodo preelectoral alemán.

En este contexto, la presidencia española ha planteado una amplia agenda, con seis objetivos básicos: la lucha contra el terrorismo, la introducción del euro, la modernización de Europa, la ampliación al Este, el fortalecimiento de la política exterior y de defensa europea y el avance en la reforma institucional de la UE. Los dos primeros parecen obligados por los acontecimientos políticos y económicos actuales. El resto de los objetivos recogen las áreas principales de trabajo que se transmiten sistemáticamente de una a otra presidencia. Son objetivos demasiado amplios que abarcan los aspectos pendientes en el proceso europeo, en los que se va progresando lentamente. Pero este ritmo de avance no es suficiente en términos relativos. En la última década, Europa experimentó un retroceso de seis puntos en su renta per cápita con relación a EE UU. En ese periodo, el diferencial de crecimiento acumulado entre ambas áreas equivale al PIB de Italia. No es extraño que, ante esta pérdida relativa, el euro se haya depreciado frente al dólar en un 25% desde su nacimiento, en 1999.

España no debe perder la oportunidad de dar un impulso a la construcción europea

En este semestre, la presidencia española no puede aspirar sólo a mantener un ritmo mínimo de avance de las reformas. En ese caso, el euro seguirá probablemente deslizándose a la baja, salvo sorpresas negativas procedentes de EE UU. Por el contrario, debería optar por impulsar algunos de los procesos en marcha, identificando las prioridades y definiendo medidas concretas para alcanzarlas. Abarcar mucho es casi siempre la garantía de conseguir pocas cosas. En el plano económico, por ejemplo, el impulso al progreso tecnológico sigue siendo clave para conseguir un mayor ritmo de crecimiento en Europa en el medio plazo. A ello pueden dirigirse algunos de los principales esfuerzos. Aunque los resultados de estas políticas no se verán a corto plazo, que Europa vaya definitivamente a más, como recoge el lema de la presidencia española, se reflejará en que el euro no siga avanzando a menos a medida que pase el tiempo.

Mayte Ledo es economista jefe para OCDE y mercados del servicio de estudios del BBVA.

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