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DE LA NOCHE A LA MAÑANA
Columna
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Vaya unas fechas, cariño

Voces de gesta

Hay momentos en que apetece entregarse al desánimo. Músicas de publicidad, programas de música y musiquillas de grandes superficies. La pesadilla acústica convierte en engorro todo lo que traspasa la bufanda hasta llegar al oído. Difícil es determinar a santo de qué Rosana canta como Lucrecia (o al revés, ya no me acuerdo), pero esa incertidumbre es cosa de poca monta al lado de un Boselito que tararea lo mismo que un tal Aute, una Rosario que se busca en el bolero el registro de Luz Casal y una Luz Casal que ha preferido -las desgracias nunca vienen solas- permanecer en silencio esta Navidad. Para acabarlo de arreglar, ese baturrico vocacional que es Plácido Domingo va y se suelta con una grabación de villancicos que a lo mejor son menos temibles si se escuchan sin ver el careto pascuero del artista. Podría ser peor, de no estar Sabina afónico.

Coentor de las colonias

Curioso que las aguas de colonia canten con mayor resolución que los espacios televisivos donde promocionan. Esos spots tienen de la poesía de la imagen la misma idea que el poeta insuficiente de lo que debería ser su oficio, es decir, la obsesión por lo bonito y la sádica propensión a la cursilería. Bien está la locución en susurro afrancesado, que los creativos deben considerar como lo que mejor cuadra a los perfumes femeninos destinados a superar los olores naturales de las usuarias, sobre todo en una época en la que a todo el mundo le da por aprender inglés y el francés lleva camino de ser algo tan misterioso entre nosotros como el castellano. Pero que también las rudas aguas coloniales de los mendas de discoteca se anuncien mediante sortilegios de indeterminación sugerida es algo que dice muy poco en favor de la recia ideología que se impone en las políticas del mundo.

Hoy hace ocho años

Llamé por la tarde a Pisuerga 7 para desear algo bueno en el tránsito de año y se puso Blanca y dijo que Don Juan -ella le llamaba de ese modo- no podía ponerse porque no se encontraba bien. Era la versión dulce de un suceso amargo. Yo había hablado con Benet en noviembre para pedirle un textito sobre el Tenorio, que le fascinaba, y recibí poco después una carta en la que me juraba que le era imposible hacerlo. Esa tarde de un día como hoy de hace ocho años supe que había notado molestias en la boca y acudió al dentista que lo remitió al neurólogo que le dijo -con el más atroz de los vaticinios- que le quedaban dos meses. Murió la noche de Reyes, pero esa otra tarde de ahora mismo recordé el epílogo de nuestro primer encuentro. Un par de metros de escritor que se despide desde lo alto de la escalera de entrada a su casa y que se muere de risa cuando, mucho más abajo, agito el brazo mientras levanto la cabeza intentando localizar su cara en las alturas y que me dice venga, sube y nos hacemos la última.

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Paisajes de interior

Es cierto lo que decía Ramón Gaya. Las montañas desde el tren entre Benicàsim y Sagunto son de las más humanas de este mundo, y no sólo por la certidumbre doméstica de que te llevan hasta casa. Al atardecer, desde la rauda ventanilla, después de un claro día de invierno, el viajero fantasea sobre la vida en reposo que ronronea en la neblina. Ya en El Cabanyal, el recorrido a pie hacia el centro subraya una vez más que ya no existe ni uno sólo de los lugares de la infancia. Está bien que así suceda, porque hay emociones que no deben repetirse con la aurora. Pero subsiste una cierta sensación de orfandad ecológica, tal vez ajena a quienes nacieron en lugares más pequeños que conservan todavía la iglesia y la plaza y la vereda del río y al que lo mismo regresan en estas fechas. La pérdida excede a veces al beneficio hallado en su lugar.

Desde el circo con amor

Sólo alguien que esté un poco tararí que te vi persiste en la oferta de un circo que desdeña ropajes subsidiarios de la tele y animales de reumática fiereza para hacerse con su lugar en un tumulto de navidades casi perpetúas, con la que está cayendo. Más allá de las virtudes de su nuevo montaje, Rafael Pla, animador de postín de la trouppe del Gran Fele, es un espectáculo en sí mismo, corpulento maestro de ceremonias con episodios severos de gota, corpachón de elefante y cabeza rotunda de sabio nada distraído donde destacan los ojillos minuciosos y un talento palabrero que es desaforado propiamente. Ha fusionado en su propósito la férrea liviandad cubana con la severidad fingida de los antiguos países del este europeo, y aunque él insiste en la estirpe familiar de su acrobacia ('volar sobre los pies'), no hay duda de que tan raro ejemplar es único.Coentor de las colonias

Curioso que las aguas de colonia canten con mayor resolución que los espacios televisivos donde promocionan. Esos spots tienen de la poesía de la imagen la misma idea que el poeta insuficiente de lo que debería ser su oficio, es decir, la obsesión por lo bonito y la sádica propensión a la cursilería. Bien está la locución en susurro afrancesado, que los creativos deben considerar como lo que mejor cuadra a los perfumes femeninos destinados a superar los olores naturales de las usuarias, sobre todo en una época en la que a todo el mundo le da por aprender inglés y el francés lleva camino de ser algo tan misterioso entre nosotros como el castellano. Pero que también las rudas aguas coloniales de los mendas de discoteca se anuncien mediante sortilegios de indeterminación sugerida es algo que dice muy poco en favor de la recia ideología que se impone en las políticas del mundo.Hoy hace ocho años

Llamé por la tarde a Pisuerga 7 para desear algo bueno en el tránsito de año y se puso Blanca y dijo que Don Juan -ella le llamaba de ese modo- no podía ponerse porque no se encontraba bien. Era la versión dulce de un suceso amargo. Yo había hablado con Benet en noviembre para pedirle un textito sobre el Tenorio, que le fascinaba, y recibí poco después una carta en la que me juraba que le era imposible hacerlo. Esa tarde de un día como hoy de hace ocho años supe que había notado molestias en la boca y acudió al dentista que lo remitió al neurólogo que le dijo -con el más atroz de los vaticinios- que le quedaban dos meses. Murió la noche de Reyes, pero esa otra tarde de ahora mismo recordé el epílogo de nuestro primer encuentro. Un par de metros de escritor que se despide desde lo alto de la escalera de entrada a su casa y que se muere de risa cuando, mucho más abajo, agito el brazo mientras levanto la cabeza intentando localizar su cara en las alturas y que me dice venga, sube y nos hacemos la última.Paisajes de interior

Es cierto lo que decía Ramón Gaya. Las montañas desde el tren entre Benicàsim y Sagunto son de las más humanas de este mundo, y no sólo por la certidumbre doméstica de que te llevan hasta casa. Al atardecer, desde la rauda ventanilla, después de un claro día de invierno, el viajero fantasea sobre la vida en reposo que ronronea en la neblina. Ya en El Cabanyal, el recorrido a pie hacia el centro subraya una vez más que ya no existe ni uno sólo de los lugares de la infancia. Está bien que así suceda, porque hay emociones que no deben repetirse con la aurora. Pero subsiste una cierta sensación de orfandad ecológica, tal vez ajena a quienes nacieron en lugares más pequeños que conservan todavía la iglesia y la plaza y la vereda del río y al que lo mismo regresan en estas fechas. La pérdida excede a veces al beneficio hallado en su lugar.

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