Guanajuato, la memoria del oro
Sabor hispánico y leyendas mineras en la ciudad mexicana
Parece que la palabra 'guanajuato' procede de la lengua purépecha y significa 'monte de ranas', y los actuales habitantes de la ciudad han querido celebrar el nombre originario dedicándole un pequeño jardín escultórico que tiene como único motivo la múltiple representación en piedra del animal fundacional. Pero aunque sigamos llamándola Guanajuato, a secas, el rey Felipe V, en 1741, le dio el nombre de Muy Noble y Leal Ciudad de Santa Fe y Real de Minas de Guanajuato. Ya sus iniciales pobladores, chichimecas y purépechas, conocieron su riqueza mineral, pero fueron los españoles quienes, al descubrir a mediados del siglo XVI la importante veta de San Bernabé, iniciaron la explotación intensiva de sus riquísimos yacimientos de oro y plata, que se acrecentó con el hallazgo de la famosa mina Valenciana, en el siglo XVIII.
Alzada sobre un terreno montuoso, de colinas escarpadas, la paradójica ley de la asimetría ordena el conjunto urbano de Guanajuato, ofreciendo una rara imagen de solidez y armonía, una estructura peculiar en diferentes niveles de altura que va elevando cada vez más la mezcolanza pintoresca y coloreada de su caserío, las torres y bóvedas de sus iglesias y los grandes cuerpos de sus edificios institucionales. En el nivel inferior encontraremos el mercado Hidalgo, de alimentos y artesanías, abigarrado y bullicioso, ambiciosa construcción de aire europeo de finales del siglo XIX. En una cota algo superior, la famosa Alhóndiga de Granaditas, uno de los edificios de mayor significación simbólica en la independencia mexicana, cuya puerta principal fue abatida gracias al sacrificio de un héroe popular, El Pipila. En las cuatro esquinas de esta Alhóndiga se colgaron, enjauladas, las cabezas de Hidalgo, Allende, Aldana y Jiménez, los primeros caudillos rebeldes ante la colonización, ajusticiados por los españoles. Cota a cota, paso a paso, la ciudad va ofreciendo sus iglesias y sus monumentos, enlazados por callejuelas y plazas de indiscutible sabor hispánico: la plaza e iglesia de San Roque, la plaza de San Fernando, la calle del Campanero, la plazuela del Baratillo, el callejón del Beso, Belaunzarán, la plaza de la Paz, la Universidad.
Guanajuato es una ciudad viva y a la vez sosegada, con esa relación de equilibrio entre el espacio y el tiempo que parece tan difícil de encontrar en el mundo de hoy. Para experimentar esa sensación, es recomendable sentarse al atardecer en cualquiera de las terrazas de los venerables hoteles de la plaza principal, muy cerca de las bóvedas de la iglesia de San Diego y del singular teatro Benito Juárez. La plaza, de forma triangular, está ensombrecida por una línea también triangular de árboles, los autóctonos ocales. Sus copas frondosas han crecido unidas las unas a las otras, y la pericia de los jardineros las ha podado dándole al conjunto una forma poliédrica, creando una compacta joya vegetal que se engasta entre las viejas fachadas abalconadas para rodear a su vez el templete de la música. En el lugar pasean las gentes de la ciudad, los jóvenes estudiantes, y acaso un mariachi acompaña con sus canciones el fervor de unos clientes en el trance de celebrar algún acontecimiento familiar. Nadie tiene prisa, porque hay que darle a la tarde toda la dimensión que se merece, y el tiempo resbala con dulzura.
Hay que decir que la ciudad sería acaso inaccesible si diversos y enormes túneles provenientes del emporio minero, con sus contrafuertes y arcos de ladrillo, no sirvieran como accesos subterráneos que enlazan los diferentes barrios y zonas. El túnel de los Ángeles, el Galereña, el Barretero, el Ponciano Aguilar, el Santa Fe, el Miguel Hidalgo, permiten la comunicación mediante una asombrosa red de calles subterráneas.
Yacimientos y momias
Es muy recomendable la visita de las iglesias y de los viejos yacimientos mineros, con algunas haciendas convertidas en museo, y ciertos espíritus fuertes recorrerán con curiosidad el museo de las momias, donde más de 100 cadáveres resecos, algunos vestidos con harapos, otros sólo con el calzado, entre todos ellos el que se proclama 'la momia más pequeña del mundo', muestran al espeluznado visitante sus horrorosas y patéticas muecas. Un museo que no debe escandalizar a nadie, en el país de las calaveras de azúcar y los grabados de José Guadalupe Losada, y en la ciudad natal de Diego Rivera.
Capítulo aparte merece la relación de Guanajuato con Miguel de Cervantes. Un monumento al autor, que presenta su efigie rodeada de innumerables elementos alegóricos, plazas con tinglados preparados para la representación de los Entremeses, recordatorios callejeros de las sucesivas celebraciones, un museo iconográfico del Quijote, instalado en una noble casa, que reúne una colección variopinta de cuadros, objetos y bibelots de referencia quijotesca, son muestra patente de un interés que redondea el hecho de que la ciudad de Guanajuato sea sede del Festival Internacional Cervantino. Ejemplar de lo que supone lo quijotesco en el espíritu de la ciudad es el hecho de que, en el popular mercado Hidalgo, las piezas de recuerdo más comunes que se pueden adquirir son las imágenes del ingenioso hidalgo y su escudero en papel maché. En el origen de esta vinculación de Guanajuato con Cervantes y sus personajes más conocidos hay una leyenda, que voy a transmitir tal como llegó a mis oídos. Tras la guerra civil, entre los soldados republicanos derrotados que abandonaban España por la frontera francesa, iba uno, llamado Eulalio Ferrer, que al entrar en uno de aquellos campos de concentración en que nuestros amables vecinos del norte fueron recluyendo a los españoles vencidos que entraban en su país, le cambió a un guardia del campo una lata de conservas que llevaba por un libro, que resultó ser el Quijote. El libro quedaría como referencia misteriosa en la vida de aquel exiliado, con el tiempo próspero empresario mexicano, y parece que la ulterior cervantización de Guanajuato tiene mucho que ver con el asunto.
Si se considera que en el Parlamento español hay actualmente diputados capaces de proferir bufonadas cuando la oposición recuerda la proximidad de ciertas conmemoraciones cervantinas, y que en La Mancha, por no ir más lejos, el caballero y su escudero casi son sólo mero reclamo de los venteros para la oferta de quesos, vinos o chorizos, hay que celebrar doblemente esa memoria de oro de Guanajuato, capaz de incorporar lo quijotesco a su identidad cultural.
GUÍA PRÁCTICA
Número de habitantes: 113.580. Prefijo telefónico: 0052 4. Moneda: peso mexicano (unos 0,12 euros; 20 pesetas).
- Guanajuato está a 370 kilómetros al noroeste de Ciudad de México. - Iberia (902 400 500) vuela a Ciudad de México desde 643 euros (107.000 pta.). - Aeroméxico (915 48 98 10) vuela a partir de 775,31 euros (129.000 pta.).
- La Casa de los Espíritus Alegres Bed & Breakfast (733 10 13). Hacienda de la Trinidad, 1. Habitación doble, 114 euros (19.000 pta.). - Hotel Guanajuato (732 06 33). Carretera a Dolores Hidalgo, kilómetro 2,5. La doble, 63 euros (10.500 pta.). Restaurante, unos 15 euros (2.500 pta.). - Hotel Mesón de la Fragua (732 27 15). Tepetapa, 46. Casona colonial. La doble, 50 euros (8.300 pta.).
- Turismo de México (902 16 08 17). - www.guanajuato-turistico.com.
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