Mi hija de Pekín
DE CHINA, mucha gente sabe más sobre su cultura milenaria que sobre su estado actual. El hermetismo mantenido durante tantos años ha provocado que conozcamos la cronología y longitud de la Gran Muralla, pero que seamos incapaces de imaginar cómo son hoy sus ciudades y el nivel de vida en ellas. Sólo visité dos (Pekín y Wuhan), y admito que es absurdo hablar de un país de tal magnitud viendo sólo una infinitesimal parte. Pero alguna que otra impresión he podido traerme de allí.
Los turistas, habitualmente, recorremos países por rutas establecidas, quedándonos en muchas ocasiones sin conocer el alma verdadera del lugar. Sorprenden en China muchas cosas, como, en general, la amabilidad de las mujeres, que son dulces, atentas y comunicativas, y hacen un enorme esfuerzo por entenderte y hacerse entender. Y la sequedad de muchos hombres, más rígidos y fríos en sus miradas.
Los turistas todavía no suelen pasar inadvertidos; son observados con curiosidad, pero bien recibidos. Las ciudades son limpias, aun en sus barrios más pobres. Incluso te pueden multar por tirar al suelo una simple colilla.
Pekín es una urbe de anchísimas avenidas, en las que el caos que esperábamos encontrar no es tanto. Sólo es necesario poner especial cuidado en los semáforos peatonales, porque muy pocos los respetan. Tiene un buen nivel de vida, y comienzan a llamar la atención los coches caros de firmas europeas, la elegancia y modernidad de la juventud, los grandes almacenes con marcas de todos nosotros conocidas; pero, eso sí, poco frecuentados por sus elevados precios. Las cadenas de comida rápida ya están muy extendidas, pero yo recomiendo acudir a un auténtico restaurante chino, de los que frecuenta sólo gente del lugar, donde se puede comer estupendamente a un precio para nosotros irrisorio. En muchos de estos restaurantes, la cocina tiene poco que ver con los restaurantes de aquí, pues su variedad y complejidad refleja mejor las múltiples facetas de China.
No tuve tiempo para visitar más porque estábamos allí por algo mucho más importante: recoger a nuestra hija Qi Chun Tao. Para hablar de este tema necesitaría mucho más de 30 líneas, pero no quiero perder la ocasión para animar a los posibles padres indecisos a viajar a este país y dar una oportunidad a estas niñas de futuro incierto. Los trámites de la adopción resultan menos complicados de lo que cabría esperar. Para eso, el Gobierno chino fue en nuestro caso de una seriedad y corrección asombrosas. La experiencia es mucho más bonita y entusiasmante de lo que puedo expresar.
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